tag:blogger.com,1999:blog-19588526110086039952023-11-15T23:02:51.444-08:00literatura ewaipanomaMario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.comBlogger24125tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-29753289993376883802022-02-06T10:24:00.002-08:002022-02-06T10:24:51.697-08:00Subliminal<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi3X2IfNjxoIY7DJy8bMPelMxCJN4hRxjgn2cInURxg7bCFfR-T8isdACwW2XOf-uYzoWXdZsn7GKiqArFaXdELnbAmGQc6_I5-fMvPApWCTXUsmCmd9-lm2pVlA1J41izJ9z8smI0sAOwTlakX98pU9LmK0n8DTZKnRkZ4za8Eq_cWrYTPuEy7p6VqYg=s796" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="796" data-original-width="730" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEi3X2IfNjxoIY7DJy8bMPelMxCJN4hRxjgn2cInURxg7bCFfR-T8isdACwW2XOf-uYzoWXdZsn7GKiqArFaXdELnbAmGQc6_I5-fMvPApWCTXUsmCmd9-lm2pVlA1J41izJ9z8smI0sAOwTlakX98pU9LmK0n8DTZKnRkZ4za8Eq_cWrYTPuEy7p6VqYg=s320" width="293" /></a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><br /></div><p></p><p class="MsoBodyText" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;">En los libros de letra apretada, aprovechando los espacios
entre letras y líneas, aparecen, si desenfocas la vista, dibujos ocultos. Sin
embargo, si intentas identificarlos, saber qué son esas imágenes (que deben corresponder,
sin duda, a alguna simbología oscura), la página solo te devuelve las palabras
impresas. Ayer entreví un rostro. </span><o:p></o:p></span></p><p class="MsoBodyText" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></span></p><p class="MsoBodyText" style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia; font-size: medium;"><i>Rothko, nº 14</i></span></p><p style="text-align: justify;"><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: justify;"></div>Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-44000359255672012292021-12-02T13:59:00.003-08:002021-12-02T14:00:33.509-08:00Ayurveda<p> </p><p class="MsoBodyText"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgusGp_g1wKXPZeoffSR1z_TbEHJyhW97U55bkml8tia7USCylo2HlT-lAZgQ-MlISa5dpugeOXxdrsYO8b-wGZasxbkhS-LbGFtXZS07f20r9DpDJHkx1Wt89UGVJNtnh9Pyo_X3DMwyNe/s714/2018_33_shalamov.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="539" data-original-width="714" height="261" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgusGp_g1wKXPZeoffSR1z_TbEHJyhW97U55bkml8tia7USCylo2HlT-lAZgQ-MlISa5dpugeOXxdrsYO8b-wGZasxbkhS-LbGFtXZS07f20r9DpDJHkx1Wt89UGVJNtnh9Pyo_X3DMwyNe/w345-h261/2018_33_shalamov.jpg" width="345" /></a></div><br /><span style="font-size: large;"><br /></span><p></p><p class="MsoBodyText"><span style="font-family: georgia; font-size: large;">Se detuvo en mitad de las escaleras que descendían al
metro y giró la cabeza, como si alguien le estuviera siguiendo, pero no había
nadie. Dentro del vagón, poco después, abrió el libro, a pesar de los murciélagos
que pululaban por su cerebro. Enfrente, un hombre viejo con la cabeza gacha alzó
las cejas para mirarle y le dijo: “El sánscrito es la lengua con la que se creó
el mundo”. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoBodyText"><span style="font-family: georgia; font-size: large;">Persuadido de que estas palabras le concernían por alguna
razón, cerró el libro y mientras el tren derrapaba por las vías hasta
desprenderse de ellas y chocar contra los redondos muros del túnel, asintió con
una sonrisa al viejo, persuadido que ese oscuro suceso que se había
desencadenado bajo tierra apenas alteraría unos centímetros la ruta de las
raíces del álamo que buscan el centro de la Tierra. </span><o:p></o:p></p>Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-49659830992104170112021-10-17T03:20:00.001-07:002021-10-17T03:20:16.585-07:00Moira (1)<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: large;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjcjWy9ehN1id3vrBmqYfSfW64Y8KJygcNeFpHPirXxCZ8pZ7MmX7o-fsEBJ8jo_h7AUqSAzSE5MtqPXeg9jkU2n2DZPwOPmJ2rG0nWAxxCF1OrXp-2N0E5zfJXwqjYFddslY34oIYFUyYv/s225/Vivien+Maier.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="225" data-original-width="225" height="293" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjcjWy9ehN1id3vrBmqYfSfW64Y8KJygcNeFpHPirXxCZ8pZ7MmX7o-fsEBJ8jo_h7AUqSAzSE5MtqPXeg9jkU2n2DZPwOPmJ2rG0nWAxxCF1OrXp-2N0E5zfJXwqjYFddslY34oIYFUyYv/w293-h293/Vivien+Maier.jpg" width="293" /></a></span></div><span style="font-size: large;"><br /> </span><p></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;">Estrujar la luna con los ojos, ahogar los ruidos que
asolan el magma del odio, durmiendo, sin percibir los golpes que percuten en la
caja del sueño, mientras él va y viene, no se sabe haciendo qué, ahí estás, si
grito. Mientras busco el río blanco que es la vida, que calma al tigre de sable
y al oso de la caverna, el fuego de una risa que es vida inviolada de alegres
gritos, auténtica reserva de fuerza renovada por el llanto y la exigencia de
eones, insertos en una mirada nueva y profundamente única, como si cada explosión
silenciosa en que creo un universo sirviera para solicitar una caricia,
enmendando los errores encadenados por una serie de absurdas limitaciones,
mientras yo me muevo tu caes un tus periódicos letargos y no lo admito, porque
el tiempo aun no me consiguió detener los gritos candentes y porque no puede
ser que tú permanezcas más rato del que necesitas pensando estupideces mientras
yo reclamo el mundo, sin posesión ni retribuciones, el mundo entero con sus
pequeños recovecos en los que habitan las hormigas y los misterios que alcanzan
el fondo de los bolsillos, arriesgando la posibilidad de que el miedo aparezca
de vez en cuando, al fin y al cabo soy pequeña y apenas he nacido todavía, pero
tu ahí me vas a dar la razón, ahí sí, de que esto no lo va a detener nadie, que
mi hambre no lo van a calmar con sucedáneos de cariño ni con recompensas de
medio pelo acuñadas en dígitos miserables, y si en cambio recorrerán mis manos
la tierra, la madera, el cristal que se sumerge al margen de la hilera de
muertos que entierran sus negros ríos de esclavos, más allá de toda esa amargura
estrafalaria que llena la panza de los ciegos, y conmigo vendrás, si es necesario
a rastras, hasta el final de la playa donde las ballenas no quedan varadas,
hasta el profundo centro del bosque oscuro donde solo la tranquilidad y el aire
puro de transparencia alcanza a recomponer el día tras los sueños que emergen
de los troncos de los árboles como líquenes hermosos y humildes, unidos así
como la tierra al árbol y al barro, a la hierba gratuita y al sol que lo
ilumina todo con luz clara y serena y no con falsas imágenes que deslizan
mentiras a una media de cien por segundo. Cansado estarás, pero no de esperar al cambio, no estarás
cansado de caminar y estar despierto, permanentemente despierto, leyendo el
infinito libro del mundo que se cumple en mis dedos y en el relativamente largo
pestañeo con el que abarco la luz que me rodea. </span><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"> </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><i>Photo; Vivien Maier</i></span></span></p>Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-89289957829337429192020-10-19T10:28:00.001-07:002020-10-19T10:30:12.019-07:00Susto reciente<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguKWUEl9ZCDjnu6D8yRURWyqMhju5vuVgTET1S2IG-9sOYx2cNoNQRjZSUw7WgRQ8IuD-2YWvy_z3hi5FZMskp0oS_JrqkGAOTghybpSBycRug-3KoUC7t5MqUJ4lQAlmV55LteA18PLl3/s778/DP-15788-001.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="778" data-original-width="596" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEguKWUEl9ZCDjnu6D8yRURWyqMhju5vuVgTET1S2IG-9sOYx2cNoNQRjZSUw7WgRQ8IuD-2YWvy_z3hi5FZMskp0oS_JrqkGAOTghybpSBycRug-3KoUC7t5MqUJ4lQAlmV55LteA18PLl3/w306-h400/DP-15788-001.jpg" width="306" /></a></div><br /> <p></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Garamond, serif;"><span style="font-size: x-large;">Hace cuatro horas que
el gran abejorro negro se puso a perseguirla, como siempre, no por ningún tipo
de aversión ni nada parecido, solo porque el abejorro negro quería estar con
ella a pesar de que, es evidente, no es ningún tipo de flor ni contiene polen,
sino tan solo palabras que eleva al viento, eso sí, como si fueran un gran diente
de león desliándose. <o:p></o:p></span></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Garamond, serif;"><o:p><span style="font-size: x-large;"> </span></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: Garamond, serif;"><span style="font-size: x-large;">El abejorro la persiguió
susurrando palabras y aliteraciones con ese; ella, desesperada y feliz, por fin
se refugió en casa. El abejorro, sin embargo, fue rápido y llegó a tiempo para
que la puerta se cerrara tras él. Zumbaba con eco. Minutos más tarde podrían
haber llegado las visitas de gente pobre, o una carta con o sin remite. En
cambio, poco después, llegó un regalo mohicano, chispa y halcón. El abejorro
huyó o se escondió en algún armario, para practicar nuevas danzas o melancólicamente
recordando algún panal. Mientras, el regalo duerme, con los puños cerrados, esperando
que las puntuales luces traspasen la persiana. </span><span style="font-size: 14pt;"><o:p></o:p></span></span></p>Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-54397877242188655912019-11-07T08:30:00.000-08:002019-11-07T08:31:41.746-08:00El púrpura y la luna<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihAPJKho0MP3adSGU6H-GvEb2GctD9WgNIb9OvYZJxoYbEgz4rbmdBPEQBB3zjWekeuIaTIs7Yy72lxnMGy3q1kxIK7uKU8ft9AUem4gLMjVT_f9KKIgqgFOG3Aht3qtAMppwACwRTKjKg/s1600/Cleopatra_by_Gustave_Moreau.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1129" data-original-width="682" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEihAPJKho0MP3adSGU6H-GvEb2GctD9WgNIb9OvYZJxoYbEgz4rbmdBPEQBB3zjWekeuIaTIs7Yy72lxnMGy3q1kxIK7uKU8ft9AUem4gLMjVT_f9KKIgqgFOG3Aht3qtAMppwACwRTKjKg/s640/Cleopatra_by_Gustave_Moreau.jpg" width="386" /></a></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;"><br /></span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">Antes de que Juba, rey de Mauritania, enviase una
expedición a las Islas Púrpura en busca de los antiguos secretos de los
fenicios, su mujer, la reina Cleopatra Selene, se desnudó. Estaban en medio del
silencio de palacio. Había, eso sí, el rumor de una fuente. Pero el silbido de
los vestidos de seda cayendo alarmaron a la guardia que, al otro lado de los
muros, sintieron la amenaza de una serpiente. También se escuchó el corazón del
rey batiendo sus costillas. Cleopatra Selene le hizo entender con este gesto
que había otras prioridades en el reino, más relacionadas con el futuro que con
el presente de los caracoles de Tiro. Más
tarde, Juba, sólo en su gabinete, empezó a escribir otro tratado de gramática. </span></span></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-50135969901288545642019-10-18T10:12:00.001-07:002019-10-18T10:17:43.161-07:00Vigilante, ¿qué hay de la noche?<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJJwngXZDCZXaltjvx_cfq1kjRxsWwwmpBobILR-BozfY3un7pavRVgjaeTQ8-9FKm4IiCq9NFu0ZxeneumXrBPasnGaDN-LBnIxkFoykGtBortrjFuRC-hU3v7nRgcsTC3_xFPXar4Gx6/s1600/davidson+bruce-1-Davidson-crop.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="960" data-original-width="959" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgJJwngXZDCZXaltjvx_cfq1kjRxsWwwmpBobILR-BozfY3un7pavRVgjaeTQ8-9FKm4IiCq9NFu0ZxeneumXrBPasnGaDN-LBnIxkFoykGtBortrjFuRC-hU3v7nRgcsTC3_xFPXar4Gx6/s400/davidson+bruce-1-Davidson-crop.jpg" width="397" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">Desde hace siglos, los
caminantes nocturnos han sido objeto de innumerables censuras por parte del resto
de población circulante. El mero hecho de usar los pies en vez de otros más
mecánicos procesos, incluso durante las húmedas horas lunáticas, lleva a muchos caminantes
a recorrer las calles con ciertas reservas debido a lo precario de su
prestigio. Sin embargo, está probado que nadie piensa si no anda. El mecanismo
del cerebro es simple, aunque desconocido. Lo único que podemos inferir es que se requiere el girar de las moviolas o el
pedaleo frenético de los ciclistas, o en su defecto, el caminar nocturno, como
mecanismo moderno para propiciar el más sutil origen del pensamiento dentro de esa
nuez pequeña y maltrecha que es el cerebro. El andar ha de ser constante, para
crear ideas que valgan la pena. Ya los grandes peripatéticos vinieron a descubrir
tan obvia relación, que hasta hoy no ha servido para que muchos filósofos
difusos evitaran caer en las más extremas sequías creativas porque pretendían
pensar sus sistemas sentados en el cómodo sitial de sus oscuras y humeantes <i>chambres
a coucher</i>. Por todo ello, yo ando. En mi caso es más fácil porque tengo
cuatro patas. Ando bajo las farolas, con ella, después, pienso. Vamos a todas
partes, ¡hacia los azarosos laberintos cognitivos incluso! (La luna, seguro, tiene
que ver algo con todo este procedimiento)</span><span style="font-size: 14pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif; font-size: large;">Photo: Bruce Davidson</span></div>
<br />Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-16232476425160236712019-10-17T10:22:00.003-07:002019-10-21T01:05:58.582-07:00Donne y las cajas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYAC6Dyn3qGy5KZuoEG_HRaC0FLGKHWdpy0bKCo6zroJ6aSLn4YtXxGr2EIRewn8CMzQ7Z48BSk1vauVjioPkS4loImrxJ2TYiEdu0t0a8Gw4L-gxnxrJlb32h3zRsNkWaQL9aGGjj7Sdc/s1600/abetos-arboles-bosque-1367192.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1067" data-original-width="1600" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgYAC6Dyn3qGy5KZuoEG_HRaC0FLGKHWdpy0bKCo6zroJ6aSLn4YtXxGr2EIRewn8CMzQ7Z48BSk1vauVjioPkS4loImrxJ2TYiEdu0t0a8Gw4L-gxnxrJlb32h3zRsNkWaQL9aGGjj7Sdc/s400/abetos-arboles-bosque-1367192.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: large;">P</span><span style="font-size: x-large;">oco se habla de los materiales con los que se
ensamblan los féretros o ataúdes, mejor llamados, con cierta aspiración a eufemismo,
“cajas”. (Cajas portadoras de personas que ya no necesitan respirar, y que, por
lo tanto, pueden estar cerradas herméticamente todo lo que se desee sin
perjuicio del contenido.) Al margen de ningún interés por el negocio de las pompas
fúnebres actual, hay que recordar que en tiempos del rey Jacobo, sucesor más o
menos de la Isabel de Shakespeare, se solía utilizar en Inglaterra preferiblemente,
al parecer, la madera de abeto. Cuantos abetos se podían talar en la isla en aquel
tiempo se desconoce. El caso es que la madera de abeto tiene ciertas cualidades,
como casi todas, entre otras, su resistencia a la humedad. Es inevitable pensar
que la humedad es una gran enemiga de los cadáveres que quieren persistir en su
forma. El hecho de que se utilice esta madera también para los instrumentos
musicales no viene al caso. El caso es que las cajas se hacían de madera de
abeto. John Donne, poeta metafísico, pero rico en metáforas muy físicas, experto
en el arte de poetizar sobre Dios y en la adulación postrera de damas de la
Corte, escribió el siguiente verso, traducido por Cacciarolo Trejo, metaforista
profesional como suelen ser los chilenos: “y el árbol que envuelve ese cristal en tumba
de madera, será un abeto rejuvenecido” El cadáver es cristal porque pertenecía
a una dama, como decíamos, a la que había que ponderar en su pureza, pero es
más bonita aún si cabe esa expresión del “abeto rejuvenecido” que remite
necesariamente a la resurrección en estado de dispersión: resucita el cuerpo y
la madera de la caja, por añadidura. Vuelve a su origen de árbol, de árbol
además de pocos años y, por lo tanto, nos lo imaginamos, de profusa y afilada
copa, cosa de la que nos alegraríamos porque nos gustan los árboles, y bastante.
Donne era todo un comandante en jefe del ingenio.</span></span></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-11708980835783583172019-10-16T02:30:00.002-07:002019-10-16T02:33:04.092-07:00Protección<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWCG-CqoEWsIflIvCZLfxWVn8UoAqfY_-smkjxLek65erK3ErOWt6l7WiOxFKugWJoGjTvZxzoZcnGzVIETURE3P4_q51zq2a3lAa6aa1NWsQsM6yGBJjAZ8qH0u7Vqek9fBluMVYg20NW/s1600/emmet+gowin.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1258" data-original-width="1600" height="251" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWCG-CqoEWsIflIvCZLfxWVn8UoAqfY_-smkjxLek65erK3ErOWt6l7WiOxFKugWJoGjTvZxzoZcnGzVIETURE3P4_q51zq2a3lAa6aa1NWsQsM6yGBJjAZ8qH0u7Vqek9fBluMVYg20NW/s320/emmet+gowin.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">Viene a establecerse de
nuevo un pacto<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">No escrito, no leído, no pensado<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">Entre las diversas
especies de microbios <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">(pequeños, medianos,
sinceros, arborescentes)<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">Para evitar en lo
sucesivo<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">Si el tiempo lo permite<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">Que sus sucias antenas mancillen<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "garamond" , serif;"><span style="font-size: x-large;">El letargo de la
doncella clarividente</span></span></div>
<br />
<br />
Photo: Emmet GowinMario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-86967249998918543662018-02-19T10:41:00.000-08:002018-02-19T10:41:15.498-08:00Superioridad de la búsqueda de palabras en diccionarios formato papel<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnGjo4vdmQXZ5HAqRr7ZGh2QBWoxvo-9ZvQJap47P64lv7p8YQT6r1DPgiDB6S9ggUcvddlE8UkaUGSdeIEoAO_UlvpsO_P1tXIQ32wSCblQUiXoceDjPlYub_Xo-Mnq-rSIdYof9SQWz3/s1600/11889649-orgasm-definition-in-old-dictionary.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1300" data-original-width="1300" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnGjo4vdmQXZ5HAqRr7ZGh2QBWoxvo-9ZvQJap47P64lv7p8YQT6r1DPgiDB6S9ggUcvddlE8UkaUGSdeIEoAO_UlvpsO_P1tXIQ32wSCblQUiXoceDjPlYub_Xo-Mnq-rSIdYof9SQWz3/s400/11889649-orgasm-definition-in-old-dictionary.jpg" width="400" /></a></div>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><i>(Avalado por la
neurociencia, por la pedagogía y por las autoridades deportivas que afirman que
un cerebro y unas manos que se mueven son mejores que un cerebro acabado y unas
manos caídas)</i><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><i><br /></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Buscar palabras en
diccionarios formato papel permite hacer memoria a largo plazo del orden del
abecedario en varios idiomas; la memoria también se ejercita con la búsqueda
muchas veces infructuosa del diccionario en cuestión que nunca se sabe dónde se
deja. Una vez recordado, hay que levantarse de la mesa, ir a la estantería y
agacharse, porque siempre está en la balda de abajo, debajo de libros de cocina
y de jardinería. Se exige la estimulación de bíceps y femorales. Seguidamente, se
procede a la selección del tomo, diferenciando el de A a la G del de la H a la
Z. Se retira el polvo con un movimiento reiterado de la palma de la mano. Estimulación
de falanges. Comienza a funcionar el hemisferio derecho mientras juega al tú la
llevas con el hemisferio izquierdo. La amígdala se despierta después de miles
de años de siesta filogénica. A continuación, se procede a la apertura
aproximativa según la estimación azarosa de localización (E.A.L) de la palabra,
grosso modo. Con el dedo gordo, que normalmente no se usa, puede uno airear las
hojas y provocar brisas que se agradecen en verano incluso en noviembre que con
el cambio climático ya se sabe esto es lo de menos. Al final aparece la letra
que andábamos buscando y mediante aproximación lenta, se progresa en el fluir
de las hojas con paz interior. Aquí se suele uno entretener con la lectura de
palabras previas a la que buscamos o posteriores. Es posible un excurso por
encontrar palabras extrañas o largamente añoradas tipo: turmalina, silabario,
siesta o erotismo. Conviene seguir adelante y, con el dedo índice, se agiliza
la psicomotricidad fina al desplazarlo sobre la hoja, mientras nos distraemos
con el canto de las cacatúas, hasta alcanzar la palabra buscada, que a estas
alturas hay que rememorar. También se ejercita el deletreo para diferenciar la
palabra encontrada y las palabras que se le parecen mucho y que pueden llevar a
confusión. Lo mismo sucede con la selección de las acepciones que nos conviene:
aquí se estimula el sistema linfático en su totalidad si no hay orgasmo,
finalmente, cuando, eureka, hallamos la palabra, la señalamos con la uña y
además, de propina, nos nacen endorfinas a causa de emociones diversas
derivadas de una especie de asombro. Aun así, después aún queda cerrar el
diccionario, levantarse con nuevos ejercicios de pubis y músculos varios, hacer
crujir la silla y los huesos y retornar el diccionario hasta la estantería y balda
correspondiente, encima de los libros de cocina y de jardinería, en la parte de
abajo. Se previenen así lumbalgias. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Formato digital:
escribir palabra y darle a intro. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><i><br /></i></span></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-76271638187512045572017-12-18T04:28:00.000-08:002017-12-18T04:28:33.920-08:00Improvisación<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZcNsPdgJT_LU5qvFAMNir3MuEVmnm_zJctWBdZ6vSUMhHL60a4sOjQfsjorNklqA0nhjvb3O971lGUbhC31qDjcGDi69G4s6jtD_skT1G-fNXm08Rd4ZghKSJz5qNldY43CQUFkmwAzdw/s1600/060bd3d15f5aba3234f07aa43b4f75b4.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="415" data-original-width="700" height="237" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZcNsPdgJT_LU5qvFAMNir3MuEVmnm_zJctWBdZ6vSUMhHL60a4sOjQfsjorNklqA0nhjvb3O971lGUbhC31qDjcGDi69G4s6jtD_skT1G-fNXm08Rd4ZghKSJz5qNldY43CQUFkmwAzdw/s400/060bd3d15f5aba3234f07aa43b4f75b4.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Shakespeare tuvo un problema cuando, durante la representación, los actores veroneses que hacían de Romeo y Julieta se enamoraron. Su obra se disipó. Quedó la que no estaba escrita. A Will le dio un síncope. </span></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-44200022273389079022017-05-07T03:51:00.001-07:002017-05-07T03:51:33.700-07:00La metamorfosis de Baucis y Filemón<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFNc5y5s1BE7mWAy-6pLanwd6NxscrB73_C3EOvZbPM8gcD6QzWtnOlJ-1nHETggEN2jcdGoP_jbJNuul8-7WmXvyXDziMCqZY7_D3SdFrgg3gs5oOHJu0OOrVs43nh5XCb0ulFmKlMyxM/s1600/grandville2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFNc5y5s1BE7mWAy-6pLanwd6NxscrB73_C3EOvZbPM8gcD6QzWtnOlJ-1nHETggEN2jcdGoP_jbJNuul8-7WmXvyXDziMCqZY7_D3SdFrgg3gs5oOHJu0OOrVs43nh5XCb0ulFmKlMyxM/s400/grandville2.jpg" width="270" /></a></div>
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<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">No recuerdo el lugar o lugares concretos donde
los vi, era en algún parque desnudo, invernal, vacío de gente y con suelo de
charcos, bajo cielo plomizo o tal vez en una de esas veraniegas apoteosis
verdes. Sería uno de esos parques o plazas de ciudad pequeña que contienen el
milagro de una fuente. Allí vi como dos árboles, con aspecto esquelético
invernal o con exuberancia de hojas, alargaban sus ramas enrevesadas para
alcanzar las del árbol contiguo. Vi cómo se entrecruzaban mezclándose como en
un laberinto sinuoso hasta casi no poder distinguir qué rama pertenecía a uno u
otro árbol. Propenso como soy al antropomorfismo, fue inevitable imaginar esta
lucha por el espacio y la luz como la figura de un abrazo, como la expresión de
una unión intencionada que hacía pensar en alguna clase de amor vegetal. Tal
vez eran plátanos de sombra, pero si se hubiera tratado de una encina y un
tilo, tal vez hubiera encontrado a Baucis y Filemón.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">Este mito contiene en germen maduro buena parte
de los hitos fundacionales de la literatura universal. Está el mito bíblico del
diluvio, compartido por muchas teogonías ancestrales, están elementos del
cuento popular en el que la hospitalidad recibe premio, está el dios o rey que
se pasea de incógnito entre los mortales o la plebe. Incluye un tratado sobre
historia natural, por supuesto, es una historia de amor de una ternura que
alivia las crueldades guerreras o enaltecedoras de la venganza de toda la
literatura greco-romana. El perdón de los dioses al ganso no deja de contrastar
con la lanza que late en el pecho desgarrado de los héroes de la Ilíada. En
realidad, toda las metamorfosis son un compendio sensorial de altísima
intensidad. También podría ser un recetario. A uno se le hace agua la boca
pronunciando el listado de viandas que los viejos ofrecen a los dioses, lomo de
cerdo ahumado, nueces y cuajadas incluidas, que amplía un poco la variedad
gastronómica de los romanos a los que veíamos abocados a alimentarse únicamente
con esa pestilencia de garo tan incompatible con las exquisiteces italianas
actuales. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">La Metamorfosis, como todo el mundo sabe, es
una apología de la mudanza. Es Pitágoras, al final del libro, quien lo resume
así, quien viene a observar que ningún ser humano permanece igual a sí mismo
más de un par de segundos, que nuestras células se renuevan de continuo. No se
sabe si es un consuelo último que incluye el que no desaparezcamos al morir, o
es una traición a nuestras ínfulas de permanencia, a nuestras absurdas
tendencias al acopio, a nuestra confianza conservadora. En cualquier caso, la
idea deja un barniz de resignación. El inicio es la invitación a suspender la
incredulidad más justificada que existe. “Todo lo que los dioses quieren se
cumple” viene a ablandar un poco la rígida estabilidad de las leyes naturales,
esa resabiada propensión matemática que algunos llaman destino y que viene a
ser una reducción frugal de la libertad pura, de esa clase de libertad que
posibilita la literatura fantástica y la religión. Entramos en la paradoja
romano-griega que permite convivir una concepción científica del mundo estable
y racional con las Erinias y Bacantes. Las paradojas de la mecánica cuántica
parece ser que vienen a reforzar una idea del mundo que cuadra mejor con la
existencia de estas últimas que con las leyes universales de Newton. Dionisio
va ganando la batalla a Apolo, o al menos parece que la explicación de la
naturaleza tiende a unificar ambas miradas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">Por otro lado, hay que evitar la tentación de
convertir la metamorfosis en un tratado moral. Es incierto que las
transformaciones se puedan asimilar a castigos divinos. A veces, como con
Baucis y Filemón, son compensaciones tardías o meros mecanismos naturales.
También, como Borges pedía al poeta Caedmon, pueden ser un canto al origen de
todas las cosas. Las didácticas fábulas para niños con moraleja han hecho mucho
daño a la literatura. De hecho, reducir esta historia al premio que los dioses
conceden a los viejos por su hospitalidad es absurdo. Ellos se salvan del
diluvio, pero tan sólo para morir tranquilos transformados en árbol. El
sacerdocio es un trabajo añadido. Aquí el único que sale ganando es el ganso.
En realidad, los dioses griegos o romanos son todo menos seres éticos o
benéficos. Su arbitrariedad los define, así como su lujuria, egoísmo y crueldad
tanto como su belleza pergeñada en mármol. Es esta falta de justicia la que los
hace verídicos, la que convierte la mitología en valioso filtro de la vida. La
naturaleza no tiene tampoco piedad de sus criaturas. El azar, la arbitrariedad
de los dioses, están omnipresentes. Esto, creo que pensaban los griegos que se
andaban con mitologías, nos debería proporcionar consuelo. Nos libera de
obligaciones, solo nos queda dejarnos hacer. Uno no se construye su propio
destino. A los existencialistas no sé si le gustan las metamorfosis. Son una
invitación a claudicar, si no fueran literatura. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">El diluvio como castigo divino, viene a ser,
desde el Génesis, un tópico fatalista. El agua arrasa y purifica. Viejas
huellas genéticas de catástrofes prehistóricas. El relato de Ovidio añade una
precisa nota faunística en las marismas que quedan tras el desastre: aparecen
somorgujos y lacustres fúlicas. Estas son las gallinetas o las fochas.
Comparten su gusto por vivir en el agua con la oscuridad de sus plumajes. Son
aves más bien tristes y transmiten la sensación de frío húmedo en los huesos,
te llevan a una charca con niebla y juncos, temiblemente quieta. El tópico
circular de la conservación de la materia en la naturaleza deviene en un catálogo
botánico y bestiario que incluye seres, como los centauros y las hidras, que
apenas provocan más perplejidad que los más comunes árboles, flores y pájaros
en la aceptada esencia verosímil de los mitos, ya habiten en nuestros cercanos
parques o en las atroces pesadillas. El carácter onírico de todas las
metamorfosis es evidente. Parecen surgidas de ese auténtico Hades que es
nuestro subconsciente. Esos cambios progresivos descritos con maestría
narrativa remiten, por ejemplo, a las ilustraciones de Otro mundo de Jean
Ignace Grandville, quien dibujó mutaciones de objetos que derivan en siluetas y
finalmente en figuras humanas y que intentan describir la extraña mecánica de
la fabricación de sueños, los “somnia” que Ovidio situaba en el país de los
cimerios y a los que comparaba, por su multitud, con las hojas de las frondosas
selvas, como las hojas entrelazadas de Baucis y Filemón que probablemente
soñarán el mismo sueño. <o:p></o:p></span></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-42548339390352012392016-12-09T13:09:00.000-08:002016-12-09T13:12:46.562-08:00Tierra en la garganta de Miguel Rubio<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGyIvUuDeQn1YySet85vVGhWo_FpkkL6dIKYEzYeQN0NrKakv1p47OhBZfMPKcQT2sHKd79tgMt8srpNn0ZnvtywzpQa3WJ5ftgwoKElCSHHMrhcpXliD2hsoX2r9dhM7O4RvmN0aquq90/s1600/tierra-en-la-garganta-miguel-rubio.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjGyIvUuDeQn1YySet85vVGhWo_FpkkL6dIKYEzYeQN0NrKakv1p47OhBZfMPKcQT2sHKd79tgMt8srpNn0ZnvtywzpQa3WJ5ftgwoKElCSHHMrhcpXliD2hsoX2r9dhM7O4RvmN0aquq90/s320/tierra-en-la-garganta-miguel-rubio.jpg" width="320" /></a></div><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">Tierra en la garganta es la cuarta novela de Miguel Rubio, continuación inesperada del relato Pago de favores de La Ciudad Rota, el anterior libro de este autor que nos viene acostumbrando a nuevas historias, después de prometer que no escribiría una palabra más. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">Como en el comienzo del Crepúsculo de los dioses, el inicio es el final que sería esperable en cualquier novela negra, un cadáver con un agujero en la cabeza, alguien que ha disparado por una razón que podría ser justa. Después viene el relato de los días siguientes, de las consecuencias, de la necesidad de huir y de esconderse, la aparición de dos grupos opuestos que saben lo que ha pasado, que saben que podrían sacar tajada de la confusión de Tomás, de su supuesta vulnerabilidad, de su condición de rata atrapada. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">Es uno de los fundamentos invisibles de toda novela el que los personajes, en algún momento crucial de la historia, se enfrenten a una decisión. Este momento de la decisión viene a ser el nudo central, la clave. Lejos de ser sujetos pasivos de las circunstancias, de los destinos o del azar, estos personajes, al menos por una vez, se ven delante de un sendero que se bifurca, tienen que hacer una elección que no sólo les llevará hasta la resolución de la historia, sino que definirá sus vidas de una vez para siempre. El protagonista, elegirá quién quiere ser, al margen de los errores del pasado, al margen de las consecuencias de sus actos. Necesariamente esta será una opción moral, recogiendo así la novela de Miguel Rubio una de las inesperadas premisas de la novela negra clásica: en medio de la violencia, del desprecio por la vida, en un ámbito donde la ambición y la ira, el desdén y el sarcasmo parecen campear libremente, el protagonista, abocado al desastre, apenas sin fuerzas ni justificación alguna, escoge el lado de lo justo. En el caso de esta novela, Tomás llega a ese momento por un camino muy estrecho, no tiene alternativas, ni marcha atrás, está amenazado, casi abandonando, tiene que decidirse, jugarse su destino a una sola carta. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">Todo ello en medio de dos escenarios antagónicos, el atroz mundo de los gimnasios y las playas de San José, uno cerrado y otro abierto, que pueden simbolizar el pasado y un futuro que hay que ganar al asalto. Madrid por una vez tiene una puerta de salida, una ruta hacia el sur que aporta aire, tal vez esperanza. El gimnasio es una localización de la violencia, donde el noble arte del boxeo confluye con su reverso tenebroso, el ensañamiento gratuito de la escuela de los perdonavidas, en rings con inhibidores de frecuencia. Sin ser una novela de boxeo, el personaje central asume ese espíritu indescifrable de los púgiles, esa capacidad renovada para asumir golpes, esa escondida honradez, ese orgullo para sobreponerse al humillante beso de la lona, una y otra vez. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">El lenguaje tiene muchos filos, las frases hieren, traspasan, transmiten una realidad que no se puede remedar con demasiados lirismos. Se convierte en una máquina para hacer ver, enfoca directamente al centro de la acción, a la palabra exacta, al pensamiento que sirve para identificar al personaje. Se vuelca en facilitar la comprensión directa, el tono es seco, con el matiz de aridez propio del desierto que atraviesan los personajes. Los monólogos tejidos de preguntas sin respuesta de Tomás se mezclan con los habituales diálogos del autor, vivaces hasta el extremo, acelerados, punzantes como hierros candentes. “Yo era uno de esos tipos al que las cosas sólo pueden irle mal”. Afirmaciones esenciales, escaldadas en una amargura necesaria, en una lógica simple y fatal. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">Más frenético que en sus novelas anteriores, el ritmo se podría comparar a caer rodando por un terraplén. Hay como un imperativo que descarta los tiempos muertos, las explicaciones inútiles y las descripciones de objetos innecesarios. Obligatoriamente ha de leerse de una sola vez, preferiblemente en una noche de insomnio o de invierno, con un Jack Daniel’s cerca, para evitar el vértigo.<o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">El catálogo de personajes, al margen del protagonista, es generoso en almas rotas, en maldades obscenas, en inocencias interrumpidas, los personajes están pincelados en tonos oscuros, semisalvajes. Conducidos por leyes propias, alcanzan así el premio de convertirse en seres singulares, diferentes, alejados del estereotipo, de los clones novelescos a los que nos acostumbra el mercado de crímenes televisivos. Así aparece Jenny, la mujer fantasma habitual de las novelas de Rubio, la descentrada inocencia de una casi niña, la que viene de lejos, la inaprensible, la que ha olvidado de dónde procede, la que no encuentra el rumbo, la que elige al margen de lealtades. Establece una relación extraña con Tomás, una de esas relaciones tan tenues, carnales y de pasiones de imposible justificación, que se enmarcan en las vidas marcadas por la inseguridad de poder seguir respirando a la mañana siguiente. Para Tomás, Jenny se identificará también con las playas del sur, con el sol, con la exitosa consecución de la huida. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">También está Sebas, que representa la fuerza oscura, la inimitable mezcla de la violencia y la necedad, el instinto, las lealtades absurdas, la mezquindad del abuso según las leyes del grupo, la desolación del boxeador noqueado. Se le podía representar también por el olor a sudor de los gimnasios baratos. O los polis, Barrios y Román, que compiten, por el bien de todos, en crueldad con los criminales a los que persiguen. Y por fin, entre una lista interminable de figuras marcadas por el atinado don de Rubio para dibujar personajes secundarios magníficos, está Martín, el chico que quiere jugar con pistolas, personificación del pasado irrecuperable de Tomás, la posibilidad última abierta a un final feliz, la opción de que por una vez las cosas vayan bien a alguien, la inocencia todavía no alienada por la atmósfera irrespirable de la ciudad negra. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;">Imposible buscar referencias, influencias, límites o etiquetas a esta hábil conjunción de emociones y soterradas rebeliones, que, conjurando al género negro, logra conmover dejando eso sí, el inestimable gusto de la arena en el gaznate, la irreparable sensación de haber encontrado la verdad nada menos que en la literatura. <o:p></o:p></span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;"><br />
</span></div><div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Garamond","serif"; font-size: 14.0pt;"><br />
</span></div><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><br />
</div><iframe width="560" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/_wP0-OD4FhI" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-1501064025198130602015-12-11T06:59:00.002-08:002015-12-11T06:59:48.200-08:00Muñecos de arroz<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmO0nyq4_0ohXOhXu-qfG4zwlsgtYAegpKkug7R0V1ZYngmW43YedUrgr-TxbSwkqYzSlaevkFHuBie1YOWSnfzbN56h4tgQZlr66g2mbcR9scc3tNThGmvbEQaHAzFBg-1ybQ4geX7-iy/s1600/tumblr_mi6r7uNWQ01r99sp0o1_500.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="216" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgmO0nyq4_0ohXOhXu-qfG4zwlsgtYAegpKkug7R0V1ZYngmW43YedUrgr-TxbSwkqYzSlaevkFHuBie1YOWSnfzbN56h4tgQZlr66g2mbcR9scc3tNThGmvbEQaHAzFBg-1ybQ4geX7-iy/s400/tumblr_mi6r7uNWQ01r99sp0o1_500.gif" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6667px;">En la casa no hacía frío a pesar de que la caldera estaba rota. A veces pasa que no se sabe de dónde viene el calor que uno siente, ahora no, porque ella andaba cerca. De postre su madre puso chocolate crujiente, trufas y fresas, y uvas que no se tocaron porque ya era bastante abuso. Después empezamos a hacer los muñecos de nieve. Cortamos tres calcetines en dos partes. En la que iba a ser el cuerpo, agarramos un extremo con una goma de caucho y a cucharadas soperas, sin miedo, empezamos a llenarlo de arroz barato. El arroz se disgrega con sonido y algunos granos escaparon hasta el suelo. El calcetín acabó haciéndose una bola, modelamos una cabeza y lo atamos con más gomas. La pelota resultante pesaba de un modo gracioso, humano, era extraña esa mezcla de granos vegetales y tejido. Con la otra parte del calcetín hicimos el gorro y se lo pusimos un poco como caía, doblándolo por abajo. Cortamos fieltro azul, amarillo y rojo para las bufandas. El fieltro se corta fácil y es bueno para el tacto. La madre explicaba como hacer todo suave, sencilla y más que nada reíamos. Con tres alfileres y dos botones pegados con cola los muñecos consiguieron sus ojos, de mirada pequeña y limpia, su nariz y su traje. El blanco del calcetín simulaba bien la nieve, igual igual a aquella que cayó hace cuarenta años en mi barrio y en la que descubrí que el frío, a veces, también es un juego. Para decorar el gorro, le hicimos unos lazos casi de seda y añadimos más fieltro cortado, todo a juego, mediante contrastes, porque nos importan siempre los detalles y los hilos que se desflecan, las pecas, los granos, las flores absurdas, las letras y otras cosas aparentemente sin importancia. Al final había sobre la mesa tres muñecos de nieve perplejos por haber nacido así de fácil. Ella hizo una foto y dijimos algo así como qué bonitos. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6667px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6667px;">No llueve desde hace días, esto no parece diciembre, carajo. Casi se secó el cactus, pero no se queja demasiado. Alguna que otra espina ha cedido y se ha caído. El mar, por su parte, sigue perdiendo agua. Dieron las cinco.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6667px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6667px;">Fue entonces que los tres muñecos de nieve empezaron a conversar, así, sin más y bueno, después de mirar todo alrededor y de decir algo sobre la lámpara, después de sonreír sin boca, preguntaron cómo era que ellos parecían, efectivamente, muñecos de nieve y sin embargo no andaban con frío, como corresponde. Se hacían cruces de como podía ser esto, tenían la cabeza grande pero no comprendían mucho. Yo estuve por contarles algo sobre el arroz, sobre el calcetín deportivo y blanco, sobre esto que casi todos sabemos de que no podemos ser siempre lo que queremos ser. Luego susurraron algo entre ellos, parecían contrariados, porque, hay que aceptarlo, no es difícil echar de menos la nieve en estos tiempos. Al rato se quedaron callados, parecía que habían olvidado y opinaron algo sobre las propiedades y usos de la cúrcuma. La tarde se hizo buena, tranquila, distinta y sin saberse muy bien por qué, caliente. Uno de los muñecos, el de la bufanda azul, empezó a derretirse, contento. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-65952962553680359112015-10-27T02:50:00.000-07:002015-10-27T02:50:29.624-07:00Manos<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhstHH_LlyZ2oh6XlhKvbPdJpaZr8jdmEE3dC2fKPD2KAZCeflsATQj5uCNACv5ZWLMzChXKvmsxgmbgVU8qwfUBYmt_1_AZNiJ0UzjIKyKayiFKf7P59FJjQKxRk1w15WqVhtNOl9fpLMs/s1600/tumblr_mpmjjx1TKt1rx35huo1_500.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="217" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhstHH_LlyZ2oh6XlhKvbPdJpaZr8jdmEE3dC2fKPD2KAZCeflsATQj5uCNACv5ZWLMzChXKvmsxgmbgVU8qwfUBYmt_1_AZNiJ0UzjIKyKayiFKf7P59FJjQKxRk1w15WqVhtNOl9fpLMs/s400/tumblr_mpmjjx1TKt1rx35huo1_500.gif" width="400" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Si hay una criatura extraña en
la naturaleza, esa es la mano, tan plagada de dedos, tan inquieta, tan pronta a
cerrarse cuando un peligro acecha. Son animales fuertes, las manos. Muy
inteligentes, resistentes a los cambios, a los roces, a los golpes, al constante
azote de las temperaturas y las
lluvias, son seres extremófilos emparentados con esas bacterias y caracoles que
moran despreocupadamente en el ácido y en el hielo. Algunas especies de manos,
algo más remilgadas, usan de guantes, de bolsillos y manoplas para protegerse y
se entiende, porque una mano también puede ser frágil, una presa fácil para un
depredador experto. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Es conocida la evolución de
esta especie. Se encontraron fósiles cretácicos que eran manos de cuatro dedos.
Pese a que se apañaban bien así en un principio, la cosa se fue complicando
porque era como si faltara algo, hasta que alguien percibió que una mano de
cuatro dedos pellizcaba mal y de ahí que surgiera el quinto dedo, el gordo, que
le dio la forma de complitud y de maña que tiene en nuestros días y que le
permiten coger una taza de café de una forma altamente civilizada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">No suelen andar solas, aparecen
casi siempre en parejas, tienen esa manía. Cuando hay un peligro tácito, cuando
el frío hiere, ambas se juntan, se retuercen, entremezclan sus dedos, se frotan
casi hasta provocar chispas. Ocurre también que diferentes parejas de manos se
unan entre sí, pero este extraño comportamiento no provoca ninguna clase de
celos. Acostumbran atrapar objetos, por el mero goce de rozarlos, de jugar con
ellos, de entender sus formas. Sienten una especial predilección por los
topacios, por las figuras de jade, por la seda, que como todo el mundo sabe, es
aire tejido. Juguetean con ellos, palpan lentamente la superficie, raspan
intentando profundizar en sus secretos, para alcanzar la pulpa, la escondida
esencia que los define. Muchas veces fracasan, entonces los dedos se relajan y
el objeto resbala, cae al suelo y se rompe. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Las manos más sabias, que se
concentran en manadas en las estepas asiáticas, por razones que nadie más que
ellas entienden, toman las cosas y las dejan escapar al poco tiempo o
simplemente pasan a su lado, sin hacerles el menor caso. Despreocupadas siguen
su camino, en espera de nuevos encuentros. Tanto desapego contrasta con la de
las manos que viven en las escarpaduras de algunos montes de Europa, que se
ciernen sobre las cosas como si toda su vida dependiera de ello y como garras
de pájaro de prominentes uñas las protegen y las ocultan hasta de sus propias
familias. Muchas de esta especie poco afortunada se pueden encontrar
deambulando por los desiertos,
encadenadas a anillos y pulseras, locas. Se quejan de que la libertad
las haya olvidado, desgraciadas a pesar del adorno de esas gemas de cuyo frío
tacto tanto se enorgullecen. De estas especie eran las que hace un tiempo
iniciaron la implacable persecución de las manos izquierda. Aunque a primera
vista nadie las diferenciaba de las diestras, éstas emprendieron unas razzias
terribles, con juicios sumarios y fuertes tintes de locura. Hubo hogueras y
muchas manos izquierda fueron ajusticiadas en piras de madera, dejando tan solo
para su recuerdo un montoncito de siniestras cenizas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Aun hoy las hay airadas,
siempre prestas a metamorfosearse en puño, en ariete y arma. Los tortazos a
mano abierta que dan muchas veces sin razón alguna, también son temibles. A estas es mejor acercarse con precaución.
Muchas acaban en jaulas por su orgullo y son carnívoras. Pero esto solo lo
sufren unas pocas. La mayoría lleva una vida sencilla, toman arados, juegan con
extrañas máquinas, revientan con delicadeza y placer infinidad de granos, se
esconden en orejas y narices, son aventureras y no reniegan de los sitios
oscuros, les gusta escarabajear palabras con lápices y pringarse de pintura con
la que estampar su huella en las paredes, otras se contentan con arañar cuerdas
para pronunciar notas, con hacer ondas en la superficie del agua, con agitarse
como un péndulo para decirse adiós o con provocar misteriosos estallidos de
placer. A las crías de las manos, como no, les gusta meterse donde no deben,
hacer cosquillas y dar cuerda a los relojes. Las manos que aplauden están en
algunas zonas en franco peligro de extinción, aunque muchas se alzan pidiendo
lo suyo, convocando asambleas, agrupándose en manifestaciones, son manos
huelguistas que reparten panfletos...creo que fue una de estas la que dejó
entrar Cortázar un tarde en su casa, esa que le caía tan bien porque tenía poco
de voluntariosa y si mucho de pájaro y hoja seca y a la que puso por nombre Dg,
que es un nombre extraño como son extraños todos los nombres sin vocales.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Otras manos, afectadas por la
lluvia ácida, los cambios climáticos o las reducciones de sus hábitat debidas a
la tala de los bosques donde antaño tenían sus refugios, caen inertes en
bolsillos sin fondo, en oscuras y muy tristes cuevas donde no les queda otra
que jugar con las llaves y las monedas. En una isla del Índico se encuentra la
más excepcional clase de mano. De piel fosca, son largas, pero abultadas y
muelles, cubiertas por tatuajes de henna.
Se alimentan de puros sueños, de palabras en su oscuro idioma, que se
basa en un alfabeto de contorsiones. Con exóticos malabarismos de sus dedos
emiten letras, símbolos de un lenguaje complejo, infinito, un silencioso
lenguaje que suele devenir en poemas o canciones. Al atardecer, entre las
palmeras (si las encuentras, porque son tímidas con los extraños), al borde de
un arroyo o en las playas, puedes verlas en parejas, charlando. Si te fijas
mucho, podrás percibir su música. Un mito local resume su cosmogonía. Cuenta
que dos manos primigenias se juntaron, se entrelazaron en forma de cuenco y
retuvieron en su seno la lluvia, el agua de la que nació todo y que ahora son
los océanos que rodean la isla. De que no se separen estas manos depende la
continuidad del mundo, que podría disolverse de un momento a otro en una enorme
cascada, en un terrible sumidero que rugiría sin compasión...sin embargo, por
la noche, alrededor del fuego, las manos no temen nada, simplemente duermen y
sueñan en espera de nuevas caricias.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Solo ellas pueden conseguirlas.
Las caricias. Son su especialidad, muchas veces también, su deseo inalcanzable.
El arte de la caricia no es fácil de aprender. Ni siquiera en las bibliotecas
te lo explican. La caricia requiere de cierta preparación, mental, emocional,
espiritual, también conviene que las manos se corten las uñas, unas a otras,
así, aunque esto es algo que nunca les gusta demasiado. A las manos peludas
tampoco les gusta que les corten el pelo, porque se quedan frías. Alguien dijo
que las manos fueron creadas para esto, para proporcionar caricias gratuitas,
al descuido o guiadas por una necesidad inexplicable. Ellas saben el secreto,
el porqué de la sed de caricias. Saben que ese roce mínimo y difícil requiere
de algo más que una mera piel para ejecutarlas. Saben que si la caricia no
provoca un estremecimiento es mejor no insistir. Saben que son gratis. Las
manos, humildes, saben que ellas son nada más que un instrumento, que las
caricias, en el fondo, se reparten entre dos almas. Ellas entienden estas cosas
y muchas más. Por eso, cuando sueñan, se sienten seguras. Piensan que el mundo
les esperará a que despierten. Los objetos, infinitos, necesitan su caricia
porque si no, probablemente desaparecerían. Creen que las manos no les dejarán
caer al suelo sin una buena razón. La caricia es una especie de mirada. Es
cierto que los ojos a veces envidian a las tribus de las manos. Pero su extraña
relación ya es otra historia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSRViTqdESd82_E7SHPQg1wQt7ONaUw7FLphbBY3dOSeY8ecBr8KrX545q_iVj9VYPhctzgfxnh9cKJDsRCDehRFV36blGPh5-pwThylJWT_VO6r9XJ6U0TEMLslEdSbd16VQB5iAFJ2-x/s1600/4EDC2834F.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="307" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSRViTqdESd82_E7SHPQg1wQt7ONaUw7FLphbBY3dOSeY8ecBr8KrX545q_iVj9VYPhctzgfxnh9cKJDsRCDehRFV36blGPh5-pwThylJWT_VO6r9XJ6U0TEMLslEdSbd16VQB5iAFJ2-x/s400/4EDC2834F.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-13397351156170253652015-08-16T12:03:00.001-07:002015-08-16T12:53:34.884-07:00Miradas<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6ZUr9kqdEbtgz1GrLhkG97khxv3jP-UuiwCam1R_B7WiKLgbBT065cF6RPw1doz67EA07Mp91xyXAPGGX8JDV8mGUh9bwKhejH7EkulgMIwkAL1RoD6qTP3DIb3yOE211MYmwndvJljQw/s1600/200_s.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj6ZUr9kqdEbtgz1GrLhkG97khxv3jP-UuiwCam1R_B7WiKLgbBT065cF6RPw1doz67EA07Mp91xyXAPGGX8JDV8mGUh9bwKhejH7EkulgMIwkAL1RoD6qTP3DIb3yOE211MYmwndvJljQw/s400/200_s.gif" width="400" /></a></div>
<span style="font-size: large;"><i><br /></i></span>
<span style="font-size: large;"><i><br /></i></span>
<i style="font-size: x-large;">Para María.</i><br />
<i style="font-size: x-large;"><br /></i>
<br />
<div class="MsoBodyText">
<span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;">Ella y el gato se levantan en la madrugada. Se estiran. Ella está de vacaciones, tiene el día libre, ha dicho a sus amigas que no la llamen, que hoy tiene que hacer sus cosas y escarba entre sus pestañas algunas legañas, despeja la mesa de libros, de apuntes, de fotografías, recuerda los temas dejados a medias el día anterior. Enciende la pantalla del ordenador, prepara café, se queda ensimismada, dispuesta ya a empezar el día, aunque es muy de mañana y llueve. </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;">Llueve afuera y puede que siga así la mañana y la tarde. La lluvia abre una puerta inevitable a la nostalgia, a la lluvia de otros lugares, a los rostros mojados que ya deberían estar olvidándose. Hoy sin embargo prefiere pensar días más azules, recurrir a pensamientos limpios que tenía guardados entre las sábanas, recuerda los paseos que acabaron muy tarde. No lo había hecho antes, pero se acerca al teclado del ordenador y empieza a escribir casi sin abrir los ojos, con cierta timidez. Duda y en un descuido se le cae alguna letra cerca del pie, huye alguna palabra que juega al despiste, una de esas que nunca salta de la punta de su lengua en el instante en el que ella quiere.</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;">Ensaya un cuento. En él hay una barahúnda de niños que la cercan y abrazan. Ella no está muy segura de porqué escribe el cuento. Las palabras surgen, saltan, aparecen y desaparecen. Mientras, el gato se pasea entre la bañera y el pasillo que va a dar a la calle.</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;">El gato tiene hambre y con sus pequeñas garras araña la puerta de la cocina. Ella, a media mañana, se hace un sándwich con mostaza. Repasa las palabras que lleva reunidas hasta esa señal que marca la siguiente parte. Muerde lápices. Escucha las suaves pisadas del gato que al fin entra en su habitación. Mira por la ventana. Se pregunta si ese animal es un gato o más bien un jaguar tímido. </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;">Le gusta hacer fotografías. Siempre ha pensado que la realidad es más que nada un cúmulo de imágenes. Siente la necesidad de descifrarlas. De retenerlas. De rescatarlas, de entenderlas, más las imágenes cubiertas por los velos de la indiferencia. Vuelve a teclear algunas palabras sueltas, casi ha acabado el relato. Decide salir de casa un rato. Sale con su cámara. Hacía tiempo que no lo hacía. El gato, asomado por la ventana abierta, casi resbalando del alféizar, le mira alejarse aparentemente desolado, aunque si le preguntaran nunca lo reconocería, eso, la tristeza de verla andando calle abajo. </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;">Fotografía árboles, ramas sinuosas, gente que se duerme en el metro, regueros de agua, colores sin nombre, reflejos en ventanas, la hierba que crece entre los adoquines, cristales rotos, se centra en los objetos que están ahí y nadie es capaz de ver. Tarda horas en descifrar el lenguaje de las sombras, de los claroscuros, de la luz que de vez en cuando se filtra entre las nubes. No se cansa de merodear, de acechar los movimientos sutiles, se sacude el agua que se desliza por su pelo, se sienta, se pregunta algunos porqués, por delante desfilan los objetos, los árboles, los rostros, los cuerpos, en cada uno ve algo diferente, ella es por momentos una especie de Casandra, adivina posibilidades, resuelve premoniciones, para ella el dibujo de las sombras, que estuvieron a punto de perderse para siempre, tiene sentido. A mediodía descansa en el parque, come algo, se queda medio dormida sobre la hierba. </span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;">Por la tarde se abren cada vez más claros, hay viento, y las nubes se arrebolan para dar la luz precisa que ella necesita para sus fotos. Hace mucho que hizo un pacto con la luz. La deja entrar dentro, la llena de vida, las calles se le abren y cierran como si las pudiera amoldar a su paso, siente sus propios ojos, tan claros como un arroyo limpio, cada vez más grandes, iris color miel. Propone miradas tranquilas, su inquisición es suave. Cruza las verjas del cementerio, enfila la avenida central, hacia la parte sur, no siente ninguna clase de tristeza, tuerce casi al final tras esquivar un par de encinas y unos arcángeles tapizados de musgo, saca fotos a las piedras que respiran. Más allá del último panteón abandonado, de lejos, ve como se cruza cerca del muro, de la frontera cubierta de malvas y enredaderas, la figura de un gato que salta hacia afuera, esquivo y desdeñoso. Intenta hacerle una foto también, para atrapar su fuga efímera. Sale de allí. Sigue andando. Las farolas se han encendido demasiado temprano. Se recuerda a sí misma de niña, sus primeras fotos. Jugando, recogiendo piedras sobre la playa, imaginando mundos, inventando palabras, coleccionando caricias, planeando trastadas, riendo, siempre riendo, creciendo, gritando, sonrojándose, reprochando, desobedeciendo, exigiendo, elevando la mirada, levantándose de la mesa, dando portazos, deseando, casi volando. Su corazón late porque no logra encontrar sus propios límites.</span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></div>
<div class="MsoBodyText" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Georgia, Times New Roman, serif; font-size: 18.6666660308838px;">Decide que mañana comprará libros. Tal vez planee alguna locura. Apenas le queda luz a la tarde, le duelen un poco las piernas, regresa a casa. Sortea a los transeúntes y a los coches, atajando las calzadas con el semáforo en rojo. En el zaguán por fin guarda su cámara. Sube y abre la puerta, el gato apenas se detiene un segundo ante ella y le reprocha ese leve abandono. Se sienta y enseguida repasa las fotos en la pantalla. Algunas de ellas le ayudarán a completar el cuento que espera un punto y final. Las traducirá a palabras. Se detiene en la del gato que saltó la verja. Comprueba algunos detalles. No puede creerlo. El color, el gesto, las marcas. Es él. Su gato. Le busca por la casa, le encuentra en un rincón. Le pide explicaciones. El se restriega por sus piernas, falso inocente, como diciendo no pienses en ello. Ella nunca ha estado sola.</span></div>
<div class="MsoBodyText">
<br /></div>
<div class="MsoBodyText">
<br /></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-91574551637450028182015-08-06T12:43:00.001-07:002015-08-06T12:59:37.316-07:00Hace poco más de un año<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvqHdGf3s2XLQJPDoNT6SKlMhM-uArlUaJcqQiNAZNtPNTJEjS-SJEZfy23CJSaWW-GQFkI5Xmcz9C19onsh8iw2Qt5l7ql8sz3JKt_95cIwGMwlmm4Q7gerHFAhsNlXCEuVGk22_aXpJK/s1600/akeem.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvqHdGf3s2XLQJPDoNT6SKlMhM-uArlUaJcqQiNAZNtPNTJEjS-SJEZfy23CJSaWW-GQFkI5Xmcz9C19onsh8iw2Qt5l7ql8sz3JKt_95cIwGMwlmm4Q7gerHFAhsNlXCEuVGk22_aXpJK/s400/akeem.jpg" width="400" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">Hace poco más de un año:</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Eh, tú. – me grita detrás del mostrador.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿sí?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Como vas?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Eh?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Que cómo vas.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Ah, bien, gracias.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">Un gato entra por el fondo de las estanterías, me mira, se acerca con sus pasos melosos de gato, se friega con mis pantalones.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Me cago en tu puta madre, Mike, deja esa puta fruta ahí.- dice por encima de mi hombro a su compañero que ha tirado una caja de manzanas detrás. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Me llevo esto. – le digo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Cinco dólares.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Cuánto es? </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>C-i-n-c-o dólares, tío. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Cinco?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Eso.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">El acento no se si es de Bedford, de Brooklyn o de la India. Desenrollo unos cuantos papelajos que tenía metidos en el bolsillo. El gato no deja de mirarme. Llevo cinco litros de agua, coca helada, unos bollitos LadyLinda y manzanas.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Hace calor. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Qué? – me cuesta entender todo.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Que hace calor – repite con una sonrisa enorme.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>No, qué va, no hace calor- digo de broma pero no entiende. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">Entran cuatro pibes, de dos metros el más bajo, descamisados, casi pisan al gato, saludan a Mike, empiezan a gritar y a pasarse bolsas de nachos por encima de las estanterías. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿De dónde eres?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>De Madrid</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Madrid?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Da igual.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Nosotros de Bangla-Desh.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Ah.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Qué haces aquí?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Vacaciones.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Qué?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Vacaciones.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>¿Vacaciones?</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Seguro.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">-<span class="Apple-tab-span" style="white-space: pre;"> </span>Ah. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">Le doy los cinco dólares en billetes de uno. Empieza a gritarle algo a Mike de nuevo, cada vez más fuerte, Mike ahora está en el mostrador de la izquierda cortando queso o algo, a su vez él se pone a gritar a los chavales que han entrado, parece ser que no están muy dispuestos a pagar los nachos de momento, pactan algo, negocian entre gritos y música alta. Me meten todo en unas bolsas negras, se despiden, me dicen vuelve. Afuera sigo un reguero de gritos que corre calle abajo. Esos no vuelven, pienso. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">No entiendo por qué esta conversación me ha resultado tan memorable, tal vez porque eran de Bangla-Desh, porque yo tenía miedo a que alguien entrara y atracara el badulaque, porque estaba en Bedford Stuys, porque hacía mucho calor y yo sudaba demasiado y no quería dejarles un charco en el suelo, no se, a veces recordamos con cariño las cosas más estúpidas que nos pasan porque no nos queda otro remedio. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"> En todos los comercios y locales de Bedford hay un gato, eso es así. En la lavandería había otro. Al principio pensé que era el mismo pero no se, este tenía más mala leche, no se restregaba contra mis pantalones, supongo que viviendo allí tenía sus prejuicios contra la ropa humana. Cuando fui por primera vez estaban cuatro viejas hablando en la entrada, sentadas en unas bolsas enormes de plástico y en sillas de arpillera y en un mostrador un chino doblaba ropa. Ellas hablaban alto y se veía que estaban pasando la tarde allí como de costumbre. Un ventilador de esos de techo daba vueltas inútilmente. Entré como no podía ser de otra forma, sin saber usar la lavadora. Hay una chica preciosa al fondo, con un pañuelo en la cabeza, moviéndose como si la cinética y ella hubieran hecho un pacto secreto, es alta y lleva un cuarto de hora echando suavizante en la máquina. Me entran ganas de palpar sus ropas, solo para comprobar que la cosa valía la pena. Le pregunto al chino como funcionaba aquello. Duda un poco y al final se acerca y me explica muy despacio. Primero, echa la ropa. Claro. Cierras la compuerta, muy importante. Claro. ¡C-e-r-r-a-a-a-r la compuerta! No se me olvida. Echas el jabón. ¿Has traído jabón? Sí. Dame. Lo abre. Igual que la princesa nubia echa casi el bote entero, de cinco litros. ¿Suavizante? Ahí. Bien. Lo echa. Cuando empiece, vas echando más. Yo sólo he traído un par de nikis y unos calzoncillos, pero vale. Echa las monedas. No se si tengo. Solo admite de 25. No tengo cambio. Nunca tenemos cambio, ¿Ves la máquina del cambio? No funciona. Empiezo a sacar monedas de los bolsillos. Una de las viejas, que han estado escuchando, se acerca, habla con el chino, coge mi suavizante, y le dice algo medio enfadada, empieza a echar más suavizante, afortunadamente compré uno barato, en el badulaque bangladesí. Me da cuatro monedas de 25 por un billete de dólar. Me dice más cosas que no entiendo. La cosa está en marcha. La princesa nubia ya ha acabado pero se sienta en un cajón y se queda esperando no se sabe qué, con cara de pocos amigos, aunque satisfecha por lo suave que le ha quedado la ropa. Hay una televisión puesta en la que se ve un mapa del tiempo y una especie de borrasca que se acerca a la zona de NY. Confío en que sea una borrasca y no un huracán. Si fuera un huracán, me vendría a esta lavandería. Cuando ya están dando vueltas en el secador enorme mis humildes nikis, lo pienso. Se está bien allí. Entran más vecinos. Entran y salen con bultos de ropa enormes. Hablan. Se saludan, no me hacen ni puto caso, pero da igual, se está bien allí, como si la atmósfera brumosa de aquel sitio se pareciera a la de mi casa, como si allí no pudiera pasar nada malo, como si lavar la ropa uniera a la gente. El chino no deja de doblar la ropa aunque se le quede mirando el gato. Creo que bromea con un cliente con meterlo en la secadora. El animal entiende y se cabrea y se sube a la montaña de bultos. En la televisión emiten imágenes de Sandy, el huracán de hace dos años, pero me da igual, está la lavandería. La princesa nubia se va sin despedirse y queda allí donde estaba sentada una especie de vacío. Doblo mis nikis al lado del chino. Le digo gracias. Me pregunta de dónde soy. La vieja, que no se que hace allí tanto tiempo, me dice también algo y se ríe, pero creo que no de mi. Salgo, hay nubes cada vez más negras, avenida Malcolm X arriba está Mordor. Bajo la calle, paso por delante del badulaque, se cruzan un par de coches con la música alta, un viejo en pijama y sus nietos juegan al pie de las escaleras de su casa con cubos y palos, hay basura acumulada y un puesto de bebidas que sirven a través de un enrejado. Un cartel anuncia vino italiano a buen precio. Cruzo unas cuantas calles más, llego a las pistas de baloncesto, empieza a llover, corro hasta casa, en la iglesia suenan los ensayos de las siete de la tarde, saco la llave y un gato sale de entre los cubos de basura y se me cruza como si me conociera. Para mi que siempre fue el mismo gato. No quiero morirme sin volver. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-27782749749389789472015-01-27T03:45:00.003-08:002015-01-27T03:45:51.684-08:00Levrero, aniversario y encargo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwfanA6Ro_cUsvGj-X3gCNp-vhsjPxYhoH8nW4284wdPpj4rf7yMP8j0qtJHhwlsnr81dJSvb7lda1D_xoKCKVVAmNh6IJ5EJrqhFnTVKujeISp5hZfVadILK3LjYEVgmdfllHQ5AKaxOR/s1600/3762.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwfanA6Ro_cUsvGj-X3gCNp-vhsjPxYhoH8nW4284wdPpj4rf7yMP8j0qtJHhwlsnr81dJSvb7lda1D_xoKCKVVAmNh6IJ5EJrqhFnTVKujeISp5hZfVadILK3LjYEVgmdfllHQ5AKaxOR/s1600/3762.jpg" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">Yo empecé a leer hace bastante tiempo. Cosas que pasan sin que uno se de cuenta. Y leí libros, muchos. Pasaron años sin conocer a Levrero. No sabía nada de él, aunque me repetía a mi mismo, en un tono de reproche, te falta algo. Y entonces, cuando estaba más empapado que nunca de tinta rioplatense, a una muchacha de Palermo, por razones desconocidas, le dio por sugerirme un nombre, que era en parte el mío, Mario Levrero. Yo obedecí sin vacilar. Como no hacer caso a una muchacha de Palermo que además era amiga de Borges. Y leí.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">El lugar fue el primero. Me alcanzó su sentido, sus letras kafkianas, como alcanza el rayo al cuervo despistado e insomne. Es una novela sobre la necesidad de salir. Este tema, este dilema, no me es ajeno, si se me permite el juego de las metáforas. Levrero fue más allá que nadie. El proponía que dentro o afuera todo es igual de absurdo. El caso es que desde entonces el aparentemente trivial acto de cruzar puertas ya nunca volvió a ser lo mismo. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">Luego seguí con toda la trilogía. La ciudad y París. Hablaba de laberintos, de extravíos, del azar, tal vez de los sueños. Yo me reconocí en esa llegada a París en tren, que había experimentado antes. En la estación con ecos, en las calles iluminadas, extrañas, en los faroles encendidos a mediodía, en el incomprensible vacío de las calles. Qué se puede esperar después de un viaje de trescientos años en tren. Después de leer París me quedé pensando en volver a esa ciudad, en la posibilidad siempre remota de los reencuentros. Escribí entonces esto: </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">“No, no se si volveré a París. Puede que en esta segunda ocasión no me lo pasara tan bien, que por fin me robaran la valija. Es un riesgo, además han pasado cosas, quizás cambiaron aquella ciudad que vi por otra, piedra a piedra, me dicen que eso es lo más normal del mundo. Ya lo dijo Borges, perdón, Heráclito, eso de que nunca nos bañamos dos veces en el mismo río. Levrero, en París, nos trasmite la clave de todo el asunto. El reencuentro no es solo con la ciudad, también es con uno mismo. Todos cambiamos, no es nada especial, no tiene mérito, pero a veces es bueno constatarlo. En el París de Levrero ocurre un hecho imposible pero muy simbólico: allá no se permiten los espejos. Al protagonista le asalta un viejo que ansioso y torturado, le pide una descripción de su propio aspecto, una “confirmación sobre si mismo”. Retornar a un lugar lejano implica la posibilidad de compararnos, de ver si valió la pena envejecer. Levrero, en el final esplendoroso de su novela, añade un hecho capital, imprescindible: la necesidad de reírnos de nosotros mismos, como consecuencia inevitable de ese reencuentro, como saludable requisito de cualquiera que pretenda entender quién es y para qué diablos emprende viajes.”</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">La muchacha de Palermo, por aquel tiempo, me siguió hablando de Levrero. Me dijo que había cruzado el río y que había seguido sus pasos, y que había estado con su hijo, por los lugares de Montevideo por donde él se perdía, tal vez por el Peñarol en donde fue niño solitario, aunque no triste. El pasado tan importante siempre. Como la muchacha de Palermo, como Borges, Levrero, en sitios como “La cinta de Moebius”, se planteó la posibilidad de cambiar el pasado, fabricándolo de nuevo pretendía hacer un silogismo: si podía cambiar el pasado, también podría cambiar el futuro. Yo me conformé con seguir leyéndolo, que no es poco. Vino la Novela Luminosa y el Discurso Vacío, no se si por este orden. Hice una reseña, porque para mi reseñar es homenajear, no se me ocurre otra utilidad, reseño constantemente, para expresar un entusiasmo y reseñé el Discurso Vacío diciendo cosas como estas, referentes al tiempo y al cuerpo con los que se escribe: </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">“El tiempo, denuncia Levrero, es precisamente una de las causas de esta ansiedad, en concreto, la falta de tiempo, el hecho irremediable de que a uno no le alcanzan las horas que tiene un día para escribir lo que pretende, para hacer un hueco entre el resto de actividades que nos mantienen más o menos con vida y esa labor tan lenta, tan plagada de errores, rectificaciones y páginas desechadas en que se nos va media vida. El tiempo también como elemento definitorio de la escritura cuando se pone uno a ello y se da cuenta de que te has convertido en un viejo, la edad como alarma que te advierte de que la idea de que hay infinitos libros por escribir solo es una ilusión infantil. Y es que Levrero entiende que uno escribe no solo con el cerebro, sino con todo el cuerpo, con el cuerpo enfermo y con sus posturas erróneas y con la vejez y la desdicha, por supuesto también con el ritmo de la respiración y las intuiciones de un corazón que no siempre late como desearíamos. (...). Y es que a veces se olvida pero la escritura tiene un lado físico que tiene que ver con el cuerpo y con los instrumentos, con los lápices con que se intentaban copiar vocales, con el tipo de tinta y birome, con la fantasmagórica realidad de los computadores, con el papel, con la forma visual de las palabras que una vez no fueron más que eso, formas sin alma, sin sonido, simplemente letras y materia prima en espera de convertirse en historias y poemas.”</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 18.6666660308838px;">Seguiré leyendo a Levrero, afortunadamente aun me quedan pendientes unas cuantas obras suyas. No voy a desmentir a quien constate que después de leerle, no seguí escribiendo igual. Ya estaba todo ahí, yo ya por fin soy de Levrero, uno de sus compinches. Así llamaba él a los jóvenes que le titulaban de maestro, Levrero humilde, onírico, genial, añorado. La semana pasada fue su cumpleaños. Me lo recordó la muchacha de Palermo. No se si esto cumple con su encargo. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com39tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-83101422714093865852014-08-28T01:27:00.000-07:002014-08-28T01:37:29.890-07:00Crítica: "Premio a la excelencia" de Elisa Ferrer<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhEwa_QJwkNcBT80mFYLsRsJeG6FFQorRD9t61TqKj7VTZntaL8w88yR8da9GXawJsCh2Wd62mx1OfeZO35rE8v1WyJ2PV_66ncQGaxAmJOseSuywmOUEH-ckx9buAWcvHUAfChqN-yezhk/s1600/VIDEO-FANS.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhEwa_QJwkNcBT80mFYLsRsJeG6FFQorRD9t61TqKj7VTZntaL8w88yR8da9GXawJsCh2Wd62mx1OfeZO35rE8v1WyJ2PV_66ncQGaxAmJOseSuywmOUEH-ckx9buAWcvHUAfChqN-yezhk/s1600/VIDEO-FANS.jpg" height="400" width="280" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 19px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 19px;">¡Ha llegado a Madrid el Teatro Eléctrico! Nos referimos a la trasnochadora obra <a href="http://microteatromadrid.es/premio-a-la-excelencia/">“Premio a la excelencia”</a>, de Elisa Ferrer, en el Microteatro por dinero de la calle Loreto y Chicote, interpretada por dos ascuas encendidas llamadas Raquel Burbano y Rut Santamaría, dirigida magistralmente por Chos. Eléctrico por la tensión, por el alto voltaje, por su vocación de denuncia, por lo que tiene de galvánico e inducidor de voltios desbocados a prueba de fusibles rotos. También porque es como una tormenta anunciada en una tarde de bochorno.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 19px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 19px;">El argumento es necesariamente condensado: dos madres que se encuentran en una sala de espera. Dos madres esperando que devienen en dos figuras algo así parecidas a las de un duelo final en una calle polvorosa del oeste americano, cuando los vaqueros deciden que en el pueblo, en la escuela, sólo hay sitio para uno de los dos. Representación de madres no pergeñadas de revólveres pero si de iphones y compras de última hora, madres de altura, notables, ventajistas, aspirantes, refinadas, reconocibles, en resumen, “sublimes”. Aquí está la denuncia, porque esto no puede ser, porque las hijas, ausentes en el escenario, sufren, seguro, toda este cúmulo de atributos de la excelencia como una lacra, como una exigencia patética de una sociedad desrumbada y expuesta a las luchas de poder en altura que no son más que estulticias vanas. Vivimos en tiempos en el que las sátiras aún tienen sentido.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 19px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 19px;"> Las particulares características de la sala ayudan a esta concentración de energías. No nos vamos a engañar: es un teatro condensado, acercador, de distancias cortas. Es una tormenta con rayos sin lugar donde refugiarte. No permite más que un acto, no hay lugar para un descanso, ni siquiera para un respiro. No dio tiempo de colocar un telón. Se tiene la suerte de percibir sin esfuerzo el ligero temblor en los labios de las actrices o los rayos chispeantes y terribles a punto de estrellarse de sus miradas y esto creo que es bueno, excluye la posibilidad de distraerse. Es bueno que en el teatro uno tema que a las actrices se les escape un bofetón, porque para eso debería estar el teatro, para espabilar, para despertar, para reaccionar. En la función en la que estuvimos presentes no hizo falta ese bofetón real: ya el texto es en sí suficiente excusa para desadormecerse, para pensar, es como un chute de ideas implacable y, por que no decirlo, también extremadamente divertido, casi hilarante. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 19px;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond;"><span style="font-size: 19px;">Las actrices: de empaque y figura, además de sobrias, estaban contenidas, a pesar de la licencia histriónica que maneja sabiamente el texto, catalizadoras de una tensión creciente en perfecto ritmo de ejecución progresiva. No debe ser fácil poner en escena algo tan concentrado, sin la posibilidad de un prólogo, de una acomodación pausada del texto. Todo tiene que ser impactante desde el primer momento y no debe sobrar una palabra. Reto logrado. El resultado es vibrante, jocoso, pero no chusco. Todo medido, como tiene que ser, incluso las emociones que se desbordan. La autora, la genial y levantina Elisa Ferrer, de la que ya conocíamos demostraciones indudables de su talento y de su descomunal facilidad para montar historias turbadoras y conmovedoras en breve tiempo, no nos ha decepcionado esta vez tampoco. Solo queda el recurso de esta felicitación somera y torpe por hacernos pasar tan buen rato y la invitación a todos para que acudan en tropel a disfrutar de semejante e inusual joya de la noche madrileña. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-28770423744314946042014-07-03T10:26:00.001-07:002014-07-03T10:26:38.956-07:00La ciudad rota de Miguel Rubio<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYiOBjaMSzbhZC4g_AAKJPhKdOqZvBdCuIU_zVYhAImY_MW4ay0hyphenhyphen5Whjj09KtG3f8VEeoTyjaFvmeCEx5E0jk9DnO1U_I_5qgFP9fNN_pWQfl5c0I_xO4ronFd2KF0pVeYCts4X3zUn79/s1600/adi3082.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiYiOBjaMSzbhZC4g_AAKJPhKdOqZvBdCuIU_zVYhAImY_MW4ay0hyphenhyphen5Whjj09KtG3f8VEeoTyjaFvmeCEx5E0jk9DnO1U_I_5qgFP9fNN_pWQfl5c0I_xO4ronFd2KF0pVeYCts4X3zUn79/s1600/adi3082.jpg" height="400" width="271" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Tercera novela de M. Rubio, que
ya desde la portada del púgil en reposo, del boxeador después de la pelea y
probablemente derrotado, define las características de los personajes que la
recorren, la sombría y épica imagen de los que no acostumbran a salir indemnes
de los combates.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">La ciudad que se perfila y a la
que alude el título podría ser Madrid, como podría ser cualquier otra ciudad,
lugar indeterminado, fragmentado, por el que deambulan un número casi ilimitado
de voces, de personajes indefinibles y que a manera de una novela coral van
tejiendo sus historias, sus desavenencias, sus desdichas, sus distintos puntos
de vista para lograr una historia colectiva plagada de meandros y caminos sin
retorno que sin embargo confluyen en ese objeto extraño que es una
manifestación de protesta indefinida. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">El concepto de ciudad
fragmentada en esta novela no corresponde a la ciudad idealizada al modo en que
las concibió Calvino, ni una ciudad fotografiada al milímetro de un Antonio
López, es más bien la ciudad a contraluz que recorren los flaneur de Walter
Benjamin, las galerías violentas y agónicas que surgen de un presente líquido,
globalizado, excluyente. La Ciudad Rota no define unos personajes
característicos, costumbristas de Madrid, sino más bien a excepciones, a
inadaptados que excluyen los tópicos y que parecen ir siempre a contra
corriente. Están marcados por el fracaso, sí, pero un fracaso que nace de un
tipo de rebeldía que confiere a estos personajes el estigma de héroes urbanos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">La derrota deviene
necesariamente de su relación con el pasado, una relación problemática,
intensa, que excluye el olvido y la conciencia tranquila. Hay cuestiones
pendientes, errores, destinos cruzados y confusos, decepciones, mentiras que la
corriente intransigente del tiempo vuelve irremediables. La música,
parafraseando a Borges, igual que la lluvia, es una cosa que siempre sucede en
el pasado. En esta novela, es la llave que deja entrar el recuerdo. Así en <i>El
verano en que la música murió</i>, dónde el primer flash-back viene precedido
por una canción de Mclean, aunque también por una magistral enumeración de
objetos que son parte de “recuerdos absurdos”, pero que como teselas de un
mosaico van recomponiendo una historia nunca cerrada. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">El lenguaje es claro, liso, sin
florituras, afín al imperativo del autor de no perderse en las formas. Esta
elección permite sin embargo momentos que rozan lo lírico, mezclados y
entretejidos magistralmente con otros, como en <i>My Way</i>, de una precisión
sensitiva y sensual admirable. Se excluye la grandilocuencia y la sensiblería.
Las acotaciones de los diálogos son directas y simples. Todo encaja y se
desliza con una suave cadencia de balada, sin que falte la tensión ni los puños
cerrados.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Otra de las cumbres
estilísticas de este libro es la consecución de atmósferas. Como decía el
pintor Turner, la atmósfera lo es todo. Se trata aquí de esa atmósfera “densa y
sucia” del Tristeza bar que se contagia un poco al resto de relatos, una
atmósfera bien concretada a base de elementos sensoriales precisos que logran
esa rara proeza de hacer partícipe al lector de la historia, de introducirle en
el escenario donde se desarrolla la acción, de permitirle oler literalmente lo
que los personajes huelen, propiciando el marco apropiado para una empatía
obligada. El uso de la primera persona en relatos o capítulos como <i>Tristeza
bar, El verano en el que la música murió</i> o <i>Pago de favores</i>, refuerza
esta inevitable participación del lector en la historia, en su intensa y
fulgurante introducción en ella desde el primer párrafo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 158.25pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Pago de
favores</span></i><span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"> es quizás el relato o capítulo más espectacular por su
trama, donde el conflicto adquiere tintes de tragedia clásica, donde los personajes
se enfrentan, como en la épica antigua a decisiones impracticables. Es difícil
encontrar en la narrativa actual, donde predomina tanto el sarcasmo, este
deslizamiento tan decidido hacia un mundo en el que la conciencia o el coraje
se vuelven protagonistas de las decisiones de los personajes, unos personajes
que remiten necesariamente a los grises héroes de Raymond Chandler y en el que
sin embargo hay sitio para el humor, un humor único del autor, hecho a ras de
calle y que ofrece un contrapunto estimable ante tanta adversidad y crudeza. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 158.25pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 158.25pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">En fin,
se podrían escribir muchas cosas más sobre este libro, leerlo puede tener los
mismos resultados que apurar una copa, sea ese Manhattan inolvidable de <i>My
Way</i> o de cualquier licor indefinido del Tristeza Bar. Eso sí, hay que
tomarlo al final de la noche, cuando el local se ha quedado ya vacío, un poco
antes de cerrar. Se trata de uno de esos momentos que tienen que ver con la
memoria, con la nostalgia, con los sueños incumplidos, pero también con los
deseos y con la buena literatura. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-50374423037811345052013-11-16T05:41:00.004-08:002013-11-16T05:41:35.910-08:00El retorno de las notas y el pasado de Alan Pauls<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUZdp2ERwBajn1B9-2_c9ueRmRdfKv8XNn5DZR_K4iVETFmfRYkzMeljWpUTSiWMkJs-CqMygWAn45EC3QQ4qtG8zyYtnZzY1Yfdpy_EUYUHJfgdWqugSehsJS-T8rZCE9MYbJqfmdxD4a/s1600/post-it-parkour.gif" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjUZdp2ERwBajn1B9-2_c9ueRmRdfKv8XNn5DZR_K4iVETFmfRYkzMeljWpUTSiWMkJs-CqMygWAn45EC3QQ4qtG8zyYtnZzY1Yfdpy_EUYUHJfgdWqugSehsJS-T8rZCE9MYbJqfmdxD4a/s1600/post-it-parkour.gif" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">El pasado siempre vuelve. Esto es un hecho. Nadie lo
duda, aunque la frasecita signifique tan poco si no damos detalles. En mi caso
el pasado vuelve en forma de notas. De papeles sueltos. También de esos
amarillos. Son notas que cualquiera hubiera eliminado, con el supuestamente
sencillo deber de coger una nota que ya no te tiene que recordar nada y tirarla
al tacho de basura. Esto podría ser lo más recomendable. Las notas son más que
nada para eso. Para recordarte cosas prácticas, para no olvidar el nombre de
una canción que pasó por el oído y te gustó, para listas de compra, para
rescatar de algún libro una frase, una palabra, un párrafo si prefieres, que no
se puede dejar pasar y olvidar en medio de las demás, una frase que te suene
tan bien que coges un papel cualquiera, el reverso de un ticket, un medio
folio, un sobre roto, o lo que sea y entonces la escribes y la dejas en el
mismo libro, o en un cuaderno, o sobre la mesa, en cualquier lugar y por eso la
nota de la frase inolvidable al final se pierde, como era su destino, si antes
no la tiraste a la basura. La memoria se deja para gente como Borges. Las
notas, sin embargo, es posible que permanezcan, que después de mucho tiempo
vuelvan a aparecer donde menos lo esperas y te muestren esa frase, esa lista,
esas palabras que lo más probable es que ya no entiendas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Son cosas absurdas, como la mayoría de las que nos
suceden. Lees esa nota perdida y te quedas media hora pensando por qué la
escribiste, por qué te gustó esa frase rescatada de un libro, qué significa, en
qué lengua está escrita, si realmente fuiste tú, porque la letra con la que
escribimos es verdad que varía un poco con el tiempo, yo seguro no reconozco mi
propia letra de hace años, tampoco la de ahora y entonces lees esa nota y te
quedas pasmado pensando en quien diablos escribió eso y lo dejó caer en medio
de tu habitación y por qué hoy, precisamente hoy, sale a la luz tras años
escondida debajo de la cama, acumulando polvo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Sobre todo esto escribió, entre otras cosas, Alan Pauls
en su novela titulada El pasado, título que para una novela se me antoja
demasiado poco preciso, pero es que esta novela va de eso, del pasado como arma
arrojadiza, de ese animal extremadamente peligroso que es el tiempo cuando se
recuerda, cuando no se deja pasar, cuando uno mira para atrás sin querer y le
entra una de esas enfermedades incurables que son la nostalgia o el trauma. En
la novela de Pauls, el pasado tiene otro nombre, Sofía, que es un antiguo amor
del protagonista. Sofía se resiste a ser olvidada y inoportunamente usa del
azar para reencontrarse con Rímini. Hasta aquí no parece que la cosa sea
demasiado problemática, pero Pauls logra que estos reencuentros se parezcan más
a un sádico acto de crueldad que a otra cosa por parte de Sofía. En uno de los
primeros capítulos, Rímini se ve rodeado de notas dejadas por Sofía.
Coleccionadas al principio, el desamor entre ambos se va mostrando lentamente
en la relación que Rímini tiene con esos papeles dejados por ella. Primero
descubre uno y posterga el momento de leerlo. Después se olvida por completo
del mensaje. Al final él la miente diciendo que lo ha leído. Más tarde lo
encontrará tras hundir la mano en el bolsillo y reconocer “en el fondo un
pedazo de papel endurecido, rugoso, cuyos bordes se deshacían al tacto”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Las notas tienden a degradarse con el tiempo, aun cuando
no pasen por la lavadora. Se arrugan, se deshacen, se borran. Sí, la nota
perdida es una metáfora perfecta del tiempo. Algo que ya no vale la pena
almacenar. Pero yo como dije, las guardo si me las encuentro. No tengo ni idea
de para qué. Repasarlas me deja perplejo. Como esa que encontré en un
diccionario y tenía apuntada una dirección, Kelly Drive, que ahora busco dónde
está y resulta que es de Filadelfia, a dónde nunca pensé ir. En otra etiqueta
rota escribí una frase “quien piensa no hace quien hace no piensa” de la que,
por supuesto, nunca hice el menor caso. Tengo un código de no se que máquina,
un verso de Píndaro sobre la noche, el horario de trenes de una ciudad a la que
nunca fui, una frase de una canción de Liz Lawrence, y palabras, sacos rellenos
de palabras que no indican nada, que no llevan a ningún lado, ni siquiera a un
recuerdo difuso, y luego están esas notas que creo no escribí yo, en una de
ellas pone tan solo “ánimo” y en otra una inesperada carta de disculpa falsa,
mínima, parcial y probablemente apócrifa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Garamond; font-size: 14.0pt; mso-bidi-font-size: 12.0pt;">Son puñeteras las notas. Como el pasado. Son piezas de un
puzzle absurdo, una forma del azar, también del desconsuelo por el tiempo
perdido. Propongo retenerlas y acumularlas en cajas. Tal vez así un día podamos
descifrar y recomponer el enmarañado guión que seguimos. Y si no, perdernos en
su azarosa complicidad con aquel o aquellos que las escribieron y que nos
sugirieron cosas que no hicimos, palabras que no dijimos, recordatorios de
tareas que nunca llevamos a cabo. Por fin está un último recurso, quemarlas. Es
un sutil rito que elude el poco refinado acto de tirar algo a la basura. Las
notas se deshacen en humo y se olvidan. Como hacen los indios con los
cadáveres. Como ellos, sabemos que las notas reaparecerán. Probablemente debajo
de la cama, arrugadas y cubiertas de ceniza. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-21279132103698455162012-10-05T03:02:00.004-07:002012-10-05T03:11:20.664-07:00El discurso vacío de Mario Levrero<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1dplW8TlJHSSZfdSDSuQYbB_rD0enwi7hsb30hmfiqfTF1eexNyCLmyCvZX73jvrSildw2geWZfc2f7rSyNky4NOhomEFRs0jOML0ukEFnrlKzjiY-Hbv7MppLOChr6AIa8OoMBesfeZS/s1600/typo-caligrafia%5B1%5D.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="250" mea="true" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1dplW8TlJHSSZfdSDSuQYbB_rD0enwi7hsb30hmfiqfTF1eexNyCLmyCvZX73jvrSildw2geWZfc2f7rSyNky4NOhomEFRs0jOML0ukEFnrlKzjiY-Hbv7MppLOChr6AIa8OoMBesfeZS/s400/typo-caligrafia%5B1%5D.png" width="400" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin: 0cm 0cm 0pt; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Entre las cosas más viejas que guardo en la memoria está ese cuaderno que era de tapas naranjas y sucio, manoseado, con las esquinas rotas, con un pájaro en la portada. Era lo que se dice un silabario, precioso nombre, aunque entonces le decía simplemente cartilla, la cartilla para aprender a escribir y supongo que me lo entregaron al poco de empezar a ir al colegio. El procedimiento de aprendizaje era sencillo, tan solo estaban las letras y tu no tenías más que copiarlas, dibujarlas al lado con tu lápiz de trazo grueso y carbón, lentamente, evitando las timideces, los miedos a salirse de la línea, en ese momento de la vida tan determinante en que uno tiene que abandonar los garabatos y ponerse a dibujar letras, cosa que se hace sin pensar, seguro sin saber por qué te tienes que dedicar a eso y a los números y a las reglas de conducta cuando hasta ahora te conformabas con ver pasar el tiempo entre juegos de pelota y paseos por el campo, poco más. Esa imitación de vocales y consonantes sin sentido era un arte de escritura rebajado a mero dibujo, lo mismo daba que fuera una letra que una nube, el caso era tener el pulso firme y no despistarse demasiado. No puedo dejar de sentir cierta nostalgia por aquel rapaz que así empezó a conocer, como decía el gran López Velarde, la <i>o</i> por lo redondo...</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En El discurso vacío, Mario Levrero parece querer devolver la escritura adulta, la escritura literaria, profesional, existencial, devoradora, la escritura maldita a la simplicidad absoluta de un simple dibujo, al elemental redondear sílabas sin más pretensiones. El narrador emprende este ejercicio por prescripción médica, forma parte de una terapia extraña, que complemente los psicofármacos, que de alguna manera atenúe los síntomas de una depresión inminente y justificada por un tedium vitae de sintomatología difusa. Poco a poco, en estos ejercicios grafológicos o caligráficos irá surgiendo una especie de discurso, de contenido inevitable, que abarcará los escasos indicios de vida que le rodean y su condición de escritor “literario” frustrado, angustiado y devenido en pobre fabricante de crucigramas de momento en paro.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Parece inevitable, aunque quizás no sea la intención de Mario, encontrar en este magistral diario de un grafólogo una lección perfecta de escritura, una profundización muy sugerente sobre la práctica de la escritura literaria, un arte poética aparentemente improvisada e irónica, pero que contiene muchas de las claves que nadie que pretenda dedicarse a esto puede ni debe pasar por alto. Una de las ideas que se van destilando del diario es la de que toda escritura parte de un estado de ansiedad del autor. El impulso de escribir, esa fuerza extraña y generalmente absurda que le encadena a uno a una actividad de la que se obtienen escasísimas recompensas y demasiadas frustraciones, es algo ciertamente incomprensible, patológico. La ansiedad parte de esta contradicción elemental entre lo que queremos hacer y lo que sabemos no debemos hacer, esa recaída constante que nos lleva a escribir como si no hubiera otra actividad a la que podíamos dedicar el tiempo.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>El tiempo, denuncia Levrero, es precisamente una de las causas de esta ansiedad, en concreto, la falta de tiempo, el hecho irremediable de que a uno no le alcanzan las horas que tiene un día para escribir lo que pretende, para hacer un hueco entre el resto de actividades que nos mantienen más o menos con vida y esa labor tan lenta, tan plagada de errores, rectificaciones y páginas desechadas en que se nos va media vida. El tiempo también como elemento definitorio de la escritura cuando se pone uno a ello y se da cuenta de que te has convertido en un viejo, la edad como alarma que te advierte de que la idea de que hay infinitos libros por escribir solo es una ilusión infantil. Y es que Levrero entiende que uno escribe no solo con el cerebro, sino con todo el cuerpo, con el cuerpo enfermo y con sus posturas erróneas y con la vejez y la desdicha, por supuesto también con el ritmo de la respiración y las intuiciones de un corazón que no siempre late como desearíamos. Esto es una idea que entendieron bien los amanuenses medievales, esos monjes en general irlandeses que dedicaron su vida a copiar manuscritos y que acabaron con las espaldas y los riñones destrozados, con los ojos fundidos después de permanecer durante horas y horas frente al pergamino, sujetando el buril hasta el desfallecimiento. Y es que a veces se olvida pero la escritura tiene un lado físico que tiene que ver con el cuerpo y con los instrumentos, con los lápices con que se intentaban copiar aquellas vocales, con el tipo de tinta y birome, con la fantasmagórica realidad de los computadores, con el papel, con la forma visual de las palabras que una vez no fueron más que eso, formas sin alma, sin sonido, simplemente letras y materia prima en espera de convertirse en historias y poemas. </span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La ansiedad no es la única enfermedad que hay que hacer frente si se pretende escribir, Levrero también habla de las psicosis externas que van introduciéndose en el discurso, la oleada de objetos, observaciones, lecturas y actos involuntarios que penetran en lo que vamos escribiendo y que lo aleja de nuestra propiedad: “¿qué porcentaje va quedando de mi mismo?” se pregunta el autor del diario y es que la propiedad intelectual es uno de los más dudosos derechos de todo escritor, sometido desde el inicio a la percepción del torbellino de ideas externas que pretenden acceder a su pluma y que muchas veces no deja más opción que ordenarlas y ahí está la autoría, una autoría que necesariamente no puede acabar en orgullo. Queda la pregunta de cuándo elegimos nosotros los temas, las palabras, las formas de lo escrito y si no todo será más bien un azaroso olvido de nosotros mismos.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Progresivamente, en el diario de Levrero, el ejercicio grafológico va dando paso, como decía, a un discurso, aparentemente vacío, sin sentido, a ese escribir cualquier cosa, ya sea las vicisitudes del perro de la casa o la incongruente relación de sueños, pero Levrero nos engaña con el título y entre el aparente sin sentido se van deslizando una profunda descripción de la vida del protagonista, un discurso sutil que revela, sin aparentemente proponérselo, todo lo que una historia tiene que revelar para que se pueda considerar un texto literario, incluido ese “contenido oculto” que son las significaciones que se esconden en un relato trivial, las abstracciones o mensajes secretos, los dobles-sentidos, lo que hay que leer entre líneas: no deja de ser un misterio, un azar, estas asociaciones, estas segundas lecturas que diferencian un texto literario de un prospecto de medicamento, cuyas frases lacónicas apenas quieren significar una cosa y basta. En El discurso vacío se va incorporando pues otro nivel de lectura que requiere un esfuerzo del lector y de cuya interpretación acertada o azarosa depende la comprensión de lo que el autor quizás pretendió trasmitir. Levrero aquí juega con la idea de que este discurso oculto, muchas veces si no siempre, se añade al texto de una forma subconsciente, no intencionada, aunque a veces el escritor diga que “tengo ganas de escribir algo literario”. Yo quiero pensar que de esta espontaneidad depende la calidad literaria de la obra, porque a nadie le gustan los acertijos gratuitos y enrevesados, pero si la condición de la escritura como universal metáfora, el lenguaje siempre abierto a varios sentidos en una misma frase. El extraño arte de captar ideas ocultas, es una de las felicidades más sutiles de toda lectura.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Una de estos sentidos ocultos surge de la definición del personaje como alguien que esta permanentemente demorando una mudanza, un viaje, un cambio, planes pendientes que dan lugar a una sensación de inmovilidad, de bloqueo o parálisis, algo que sin duda se puede considerar como el peor de los infiernos que puede afectar a un escrito, el bloqueo final, la página en blanco, un monstruo para el que no hay recetas, ni modo de evitarlo, salvo tal vez el recurso desesperado de unos puntos suspensivos...</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Llega un momento en el diario en que el discurso se llena por completo de significados, de poesía, es ese día en que escribe de una forma memorable las asociaciones imposibles y privadas entre unas ruinas abandonadas, entre la música de Bach, los paisajes de “vidrios rotos en la luz especial de la puesta de sol”, la orquesta de Enrique Rodríguez y las opiniones de Dylan Thomas sobre lo efímero o no de la belleza. El escritor reconoce en esas ruinas que reflejan la luz una imagen de él mismo, del hecho de que toda escritura nace de las cosas que suceden dentro, de una cierta contemplación narcisista, por más que se intente evitar, por más que ese yo que intenta abrirse se rompa a pedazos o esté seco como la mojama.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Este narcisismo se traduce en la necesidad de privacidad, de intimidad, de concentración continuamente interrumpida por azares diversos, unas interrupciones de la escritura que, reiteradas durante toda la obra, inciden en la idea de la dificultad para escribir en medio de los ruidos externos, en la propensión a producir ex-cursos indefendibles como uno de los elementos fundacionales de toda escritura, ya sea novela, ya sea un mero poema, como si todo el universo se confabulara para que familiares, ruidos, accidentes o moscas formaran parte del proceso creativo, ya sea como obstáculo o como mera costumbre. El entorno, las personas con las que se supone convive padecen este narcisismo, se convierten en objetos ajenos y mudos, incomprensibles. Reprocha a Alicia, su mujer, que no acepte su necesidad de silencio, que no lo acepte “ideológicamente”, es decir, de buena gana, pero no, porque es absurdo imponer esta condición en una pareja entre la que se supone debe imperar la palabra.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Sin embargo, sabemos que esta Alicia repasa, lee los ejercicios caligráficos del escritor, y yo me imagino que sin decirlo en el fondo es la destinataria, el objetivo del discurso, la siempre necesaria receptora que da el verdadero sentido a la escritura, que nunca puede ser para uno mismo, todo precisamente reflejado con la metáfora del mensaje en una botella, la desesperada llamada de auxilio y petición de atención que constituye todo lenguaje, incluido el escrito, y quien diga lo contrario se miente a si mismo. Esa es la motivación oculta, el verdadero motor que pone todo en movimiento, el único “alici-ente”. De que esto sea así depende que lo que escribamos sea algo más que un simple ejercicio caligráfico. Otra cosa a evitar es acabar en la locura, caer en esa obsesión por hacer legibles las sílabas: este es un peligro siempre latente y cuyo síntoma primero se puede reconocer cuando dejas de almorzar por escribir.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En fin, Levrero una vez más devolviéndonos a los orígenes, a los fundamentos de la escritura, a sus abismos y a sus posibilidades, a la realización de una actividad tan humana que creo desde Kafka nadie expuso de forma tan clara, tan directa, tan tercamente comprometido con unas preguntas que nunca fueron tan necesarias como en este presente tan cargado de discursos públicos y verdaderamente vacíos que nos arrinconan. </span></div>
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Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-19109919063916133872012-09-11T14:01:00.003-07:002012-09-11T14:01:40.942-07:00Los ritos de Abelardo Castillo<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEislueBlLlfo8XAokqW244MAVT1EjpIbJWF_h2kda4sY0jt4sa9IRPUdToT4hMSBdzxcqJjSTDzmauEdafRCkaivYlp-XRhcyf7ELzXwbjjkppfBuJDjUV4fJPnl9Vekw9V3wiDvjEF3upA/s1600/imagesCAHNGTY0.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" hea="true" height="224" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEislueBlLlfo8XAokqW244MAVT1EjpIbJWF_h2kda4sY0jt4sa9IRPUdToT4hMSBdzxcqJjSTDzmauEdafRCkaivYlp-XRhcyf7ELzXwbjjkppfBuJDjUV4fJPnl9Vekw9V3wiDvjEF3upA/s400/imagesCAHNGTY0.jpg" width="400" /></a></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dentro del afán por acumular cosas inútiles en una casa, destacan esos objetos extraños que suelen estar en las repisas y estanterías que pueden representar cualquier cosa, los souvenir de viajes ajenos, los recuerdos de dudoso buen gusto, las figulinas que compramos en su día pretendiendo adornar y hoy más bien estorban y acumulan polvo, esos cachivaches estereotipados, comerciales, absurdos con su irremediables evocaciones de Watteau o<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>de dibujos animados. Es evidente que cuando uno entra en una casa de un amigo o familiar por primera vez y se percata de estos objetos, irremediablemente llega a la conclusión de la escasa sensibilidad artística de los anfitriones, que permiten semejante colección de nimiedades, y solo después, con las explicaciones basadas en recuerdos y sentimientos, uno comprende que todo está allí por algo. Luego vuelvo a casa y me encuentro que yo también tengo unos cuantos de esos objetos en las estanterías, algunos de difícil justificación: tortugas articuladas, pequeños osos y monos de peluche, multitud de barcos, lagartos de jade, simples piedras, imitaciones japonesas, todo con su historia, con el recuerdo de las manos de quienes los trajeron a casa, del lugar de donde fueron rescatados. La mayoría son regalos de los que me rodean, porque quizás para compensar mi sedentarismo recalcitrante, acostumbran a viajar mucho y lejos y traerme cosas:<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>así me encontré con mis casas de barro escondidas en vasijas de Cochabamba, con los demonios aztecas, con demonios volcánicos, con el capirote de Lesotho, con los corales venecianos, con ese extraño pato chino de plástico que robé a un niño, con esa oveja australiana que quiero tanto. </span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Luego llegan los días en que uno no tiene más remedio que ponerse a limpiar, a renovar el polvo y pasa que cada tantos años pienso que hay cosas que conviene tirar a la basura para dejar un poco más de sitio a los libros, también para evitar que a uno le confundan con el famoso Diógenes y ahí es cuando me doy cuenta del poder de esas figuritas, porque año tras año se pospone o descarta la limpieza, todo se salva con un pequeño cambio de sitio, como si esas cosas estuvieran un poco vivas. Así lo escribió Abelardo Castillo en uno de sus cuentos, “La cuarta pared”, donde afirma que en los objetos hay algo animado y también<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>algo que les queda adherido de los poseedores y de las personas que una vez al menos lo tuvieron entre sus manos. Son recuerdos y a veces, se convierten en pequeños y humildes ídolos disfrazados con trajes kitch, a los que se le rinden heterodoxos cultos de andar por casa, tan secretos y silenciosos que se confunden con una simple mirada. Son imágenes supervivientes de religiones olvidadas, lares domésticos que acaparan misterios insondables y claro, vistos así no hay quien los tire a la basura, sería un vil sacrilegio. Poseerlos tiene pues que ver más con la magia de un conjuro que con un una ordenación ornamental de las repisas. Y es que esas cosas son peor que los fantasmas, porque se los puede tocar.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y hablando de figulinas y de Abelardo Castillo, me tengo que referir claro a uno de sus cuentos crueles,<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>“Los ritos” . El protagonista es un tipo de vacaciones, en un lugar llamado San Pedro, a orillas del Paraná. Describe sus devaneos, su cochambroso interior de escritor frustrado, su incoherencia de intelectual de izquierdas cuya ideología deviene en mera pose. Abelardo utiliza al inicio y al final del relato un adjetivo, “abyecto”, cuya definición bien podría aplicarse al narrador, concepto sumario que aúna las acepciones de falsedad y cobardía. Es también el triste que desprecia “la belleza, el dolor y sobre todo, el amor de una mujer” que evocó Castillo en Triste le ville. Vemos sus devaneos amorosos entre tres mujeres: Una es Adela, la amiga, la que se adapta a los tiempos, a las ausencias, la lealtad personificada pero también la que es utilizada, a la que puede decir te quiero sin miedo que a los dos minutos la pueda dejar. Luego se encuentra por primera vez a Maria, que es la claridad, la transparencia, el presente, la que no deja dudas, la carne tangible y burguesa, la que al final del relato se convertirá en espejo acusador del escritor.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La tercera es Virginia, alguien que le dejó y que no olvida. Es el pasado y el misterio, la que se le aparece en la memoria muy a destiempo, a la que dirige su narración como si fuera una carta sin destinatario posible. Virginia, es básicamente una de esas muchachas medio adolescentes, una “muchacha silvestre”, un personaje mezcla de beatrices dantescas y magas cortazianas que puebla muchos de esos relatos con los que descubrí a Abelardo (El tiempo de milena, La muchacha de otra parte, también y de una forma particular por la cuestión de la memoria, Capítulo para Laucha, que hasta el momento y no se por qué es mi favorito) El escritor retiene su imagen trayendo y colocando las figulinas de la repisa del escritor, estableciendo relaciones imaginarias entre ellas, como si cuando nadie las mira pudiesen hablarse, quejarse o quererse. Es la repisa que seis meses antes el tipo dejó limpia para hacer hueco a los libros, porque ella se había marchado, empeñando los más valiosos objetos para desempeñar una máquina de escribir, tirando el resto. Se establece así una dicotomía simbólica entre las figulinas y los libros, libros que tapian la pared como lápidas y es que esos libros se oponen a lo que los objetos de Virginia tenían de conformidad con la vida, con ese extraño y difícil milagro al que se podría identificar con “la alegría de vivir”. Vivir en un mundo que apenas se comprende con su amalgama de absurdos, especialmente en esos años en los que se ambienta el relato, cuando las noticias sobre Vietnam se podían solapar a las de un acuario alemán que afirman que un pulpo devoraba sus propios tentáculos, un extraño caso de autofagia que remite al narcisismo del escritor, a su síndrome de Prometeo que le impide darse a quien ama.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Antes de dejarle, Virginia le dijo que no sabía querer, que viene a ser como lo último que nadie querría oír, él se revolvió y le contesta con sarcasmo como para darle la razón, ella se limitó a reír y decirle con su inocencia imposible aquello de que “Yo te lo arreglo”, pero él no se dejará hacer. Ella se entretenía reordenando el mundo, simbolizado en ese tráfico de figulinas y es que el amor es un poco eso, que alguien te haga sentir la ilusión de que la vida tiene algún sentido, algún tipo de orden con el que apañarse. Virginia es también quien impide la autodestrucción narcisista del escritor , devolviéndole a la vida. Ella siempre apareciendo cuando entraba y encendía la luz de su pieza, especie de ángel protector en forma de inocencia y juego, constante juego que es como mejor se puede uno burlar de la muerte. Ahora, en San Pedro, Virginia se cuela por las grietas de la memoria. Ella se fue cansada de sus silencios, de la escasez de respuestas, de ese no saber querer tan inexcusable, vuelve también su nombre a los labios del escritor, cuando está con María.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el final del relato, Maria le echa en cara lo que Virginia supone realmente para él: la aspiración a una pureza imposible (el nombre no parece elegido al azar), el retorno a una infancia que queda siempre demasiado lejos, la condición de Virginia como una ilusión platónica, a la medida de los deseos de él. Y esto no puede ser porque “el otro” siempre ha de tener, además de carne, voluntad, y la ilusión a veces no es más que un disfraz para ocultar el deseo de poseer a alguien manipulable, alguien que se ajuste a lo que somos, alguien al que valgan nuestras propias camisas. No, Virginia no puede ser una inerte figurita manejable. No creo que esto sea una mera cuestión de género, más bien es un defecto de toda relación amorosa que se precie, si se quiere, un lado oscuro de las idealizaciones y del amor cortés, origen de tantas desdichas. </span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">No se, estas son las ideas que saco sobre Los ritos, desconozco si Abelardo estaría muy de acuerdo conmigo. En cualquier caso hay que destacar la escritura de Abelardo Castillo, tan elemental, tan fijada en el misterio, con sus relatos tan directos en la explicación de los afectos, en la evocación de objetos que cobran vida, como esas pequeñas figuras que se agarran a las repisas para que no olvidemos.</span></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-33497799635477758502012-09-05T08:43:00.004-07:002012-09-05T09:31:29.379-07:00Cuarteles de Invierno de Osvaldo Soriano<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh63R6aF4QSeQiAmrEVOX9x2eGoZoe8ffcx8Kc1Q6FKcPlkUsJFrHjxxNiuQKV85FdpTREONTJo6Sf3pRSR7NXaBC2P03V-wZ9AYGbYwc5BDrOFLKdM_yn2mtcSDlOBn-Xuaa1yh4v9J8hg/s1600/imagesCADK3E4H.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" hea="true" height="220" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh63R6aF4QSeQiAmrEVOX9x2eGoZoe8ffcx8Kc1Q6FKcPlkUsJFrHjxxNiuQKV85FdpTREONTJo6Sf3pRSR7NXaBC2P03V-wZ9AYGbYwc5BDrOFLKdM_yn2mtcSDlOBn-Xuaa1yh4v9J8hg/s320/imagesCADK3E4H.jpg" width="320" /></a></div>
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<span style="color: #777777; font-family: Arial; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><span style="color: black;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La historia es sencilla, de esa sencillez con que se tejen los mitos, esos mitos tan griegos compuestos de héroes, odios, un coro, un concepto del bien que comparto, una batalla y un desenlace trágico. Andrés Galván, cantor de tangos y el bueno de Rocha, boxeador confiado pero entrado en años, arrivan en Colonia Vela para participar en los festejos organizados más que nada para homenajear a las fuerzas armadas y esto es Argentina cerca del 76. Galván, que está de vuelta de casi todo, sin embargo no encuentra buenas razones para sentirse a gusto en ese lugar, niega un autógrafo a un milico, se niega a participar en esa “estrategia de la reverencia, el codazo y la palmada” de la que Soriano se quejaba en una entrevista y le echan del pueblo. Antes descubre que al inocente Rocha le montaron una encerrona, va a combatir con un oficial local y tiene pocas posibilidades de salir por su propio pie de la pelea. Arriesgando su vida, volverá para advertir al boxeador, que entre medias se enamoró de la hija del cacique.<br /><br />Del tema principal de Cuarteles de Invierno prefiero decir poco, tan solo rescatar la imagen final de esa Colonia Vela de puertas y ventanas cerradas, utilizable para ilustrar dictaduras anacrónicas, universales, para expresar de una manera definitiva la aridez sustancial del miedo colectivo y del silencio, ese miedo y ese silencio que hoy se conservan, ignorados y subterraneos, bajo las ciudades que duermen tranquilas en medio de una alarmante inanición de ideas.<br /><br />La novela de Soriano se prestó pues, en los recovecos de sus páginas, en esos diálogos magistrales y vivos, para explorar otros temas que merecen ser reconocidos. Así la presentación de la amistad de esos dos personajes antagónicos, ingenuos, cervantinos, remedos de Oliver y Hardy, personajes de slapstick, de novela de aventuras y sin embargo tan entrañables, tan verídicos, tan aciagos. Esa amistad tan improbable encuentra su resorte, como ocurre en el origen de cualquier afecto, en un misterio indescifrable, irracional. Uno de esos tipos de amistad que, sin embargo, parece justificar cierta confianza en la bondad del género humano, presupuesto que en general viene a ser complicado de mantener. Sí, cuando Andrés Galván vuelve al pueblo para advertir a Rocha aun a riesgo de su propia vida, a uno no le queda más remedio que suspender la creencia de que conceptos como el coraje, la dignidad y la lealtad desinteresada se perdieron del todo en este deshilachado mundo.<br /><br />Otro asunto que me interesó del libro fue el de la soledad, esa mítica soledad de los héroes, de los vencidos, de los que están de vuelta de todo. Con la ironía omnipresente en toda la obra, no recuerdo expresión más gráfica y socarrona de esa soledad que la respuesta de Galván a Rocha cuando este le pregunta si le espera alguien en alguna parte. Nadie, dice Galván, pero “bueno, hay una morocha que cuando se emborracha se acuerda de mi.” Entiendo la indignación de Rocha como un reconocimiento de la injusticia que supone que los buenos anden solos, hipótesis que me temo se corresponde seguro con la realidad.<br /><br />Luego está el personaje de Marta, propiciadora de chocantes ternuras en Rocha, delatora de la fragilidad de los héroes y de los brutos. Marta, lectora de escasas novelas de aventuras, aislada y encerrada en la cárcel invisible que le construye su padre, constituye otra alegoría de la soledad que necesariamente conmueve, casi tanto como ese amor simplón pero indudable que le dedica el boxeador y que contribuye a engrosar el catálogo de emociones simples y precisas que pueblan el libro, dando a la historia una claridad que se agradece. Una claridad de película antigua, de esas en las que “el héroe, golpeado y humillado, sacaba fuerzas de su amor por una muchacha y destrozaba a sus rivales en un último gesto de dignidad.”<br /><br />De Soriano también leí la legendaria Triste, Solitario y Final, esa novela cuyo título ya predispone a elogiarla como obra maestra, sin embargo me llenó más Cuarteles de invierno. Ayuda claro la presencia del boxeo, escenario recurrente y querido, perfecto para el final de una historia donde la derrota, la lucha y el coraje ocupan un lugar tan notable. El boxeo ejemplifica como pocas metáforas esa condición de la vida que es la derrota, dotándola, de una forma irracional, de una dignidad que es un enigma, pero que nos otorga la posibilidad de volvernos a levantar de la lona una y otra vez, a veces con escasísimos argumentos para suponer que podremos defendernos.<br /><br />Soriano defendió que “los ideales son la única forma de saber que estamos vivos”. Yo también lo creo, ideales en un sentido extenso, ideales políticos, poéticos, éticos, personales, ideales demenciales, irrealizables, inutiles, necesarios. También creo que la literatura es una manera de hacer algo con esos ideales, es una pena, cómo los ideales se van fosilizando, cómo mantenerlos te puede costar tan caro, acabar triste, solitario y final, igual que el Flaco, ese ingenuo que mete los dedos en el ventilador, se lastima, llora y vuelve a meterlos, igual que el boxeador que en el último round se levanta tras la cuenta de ocho por un orgullo sin premio. Seguir confiando y escribiendo, aunque cueste mucho después de tantos knockouts, es otro de mis ideales, de esos con los que construyo mi utopia personal, tan plagada de dudas y extravíos.<o:p></o:p></span></span></span></div>
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Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1958852611008603995.post-67984322169027359312012-09-05T08:38:00.002-07:002012-09-05T09:33:53.556-07:00Inexpresable Pizarnik<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_jB-x17TX_BGGMHN_km3M4bQO4XmDMyailJRZ0YOv0zPJ1VyZZwAs6jsB-IWTIZVnZ7cbYyCAXlpRT_NukhWMNIIxXOgS8kEX4l5xPPaIV8aPhSJxWmzotgUEbAt_QTHjeI3zYgNL3p3h/s1600/Alejandra%252BPizarnik%252Bpor%252BSaderman%5B1%5D.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" hea="true" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj_jB-x17TX_BGGMHN_km3M4bQO4XmDMyailJRZ0YOv0zPJ1VyZZwAs6jsB-IWTIZVnZ7cbYyCAXlpRT_NukhWMNIIxXOgS8kEX4l5xPPaIV8aPhSJxWmzotgUEbAt_QTHjeI3zYgNL3p3h/s320/Alejandra%252BPizarnik%252Bpor%252BSaderman%5B1%5D.jpg" width="260" /></a></div>
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<em><span style="color: #777777; font-family: Arial; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">“Siempre está lo inexpresable</span></span></em><i><span style="color: #777777; font-family: Arial; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><br /><span style="color: black;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><em>en su pugna con la palabra</em><br /><em>ofrecida inútilmente,</em><br /><em>rumor de ola insistiendo</em><br /><em>en la orilla. Como quiera</em><br /><em>que lo que es, es, lo dejamos</em><br /><em>por si acaso quedara</em><br /><em>en la mano alguna vez</em><br /><em>ese grano de sal</em><br /><em>que lleva oculto.”</em></span></span></span></i><span style="color: #777777; font-family: Arial; mso-bidi-font-size: 12.0pt;"><br /><em><span style="color: black; font-family: Verdana, sans-serif;">Jose Antonio Muñoz Rojas</span></em><i><br /><span style="color: black;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><em>Entre otros olvidos</em></span></span></i><br /><span style="color: black;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">No está nunca de más avisar de la inutilidad de la escritura para transmitir lo que queremos decir. La cerrada estructura de las palabras es incapaz de contener los matices y precisiones que todo mensaje requiere, no por su naturaleza, sino por la nuestra que es incapaz de elegir vocabularios, tonos, sonidos. Estas certezas que poetas como Muñoz Rojas delatan, pasan desapercibidas para las mayor parte de habladores, que se conformarían con un diccionario de bolsillo y unas cuantas abreviaturas para definir todo un mundo.<br /><br />Inexpresables son las intenciones, contradicciones, deseos y tristezas, inexpresables son las definiciones, que no se conforman con el sustantivo ajado por el tiempo y el uso que acaba tranformándolo en palabra muerta. Inexpresable es el mar, la soledad, la angustia y la hierba que se mece al viento. Tan inexpresables son estas cosas inútiles que la gente las olvidó o deshechó con furia hace tiempo, y prefirieron conversar de cuantificables y más cómodas nimiedades.<br /><br />Todo esto no es una mera cuestión de lenguaje. No al menos como lenguaje ajeno a la vida. Para el poeta, la vida es el lenguaje. Vivir en las palabras se puede convertir en un mal negocio, en un error poco común pero del que es muy dificil salir. Estoy pensando en Alejandra Pizarnik, en su realidad, en la realidad de sus versos extaños, en la irrealidad de una vida que no se puede confundir con una ristra de costumbres o de frases hechas, esa realidad de la vida que te permite preparar un café por las mañanas, salir y coger el tren, llegar a casa y meterte en la cama para dormir. Alejandra no podía con esto, todo le era esencialmente extraño porque para ella era primero la palabra, si preferís, el poema.<br /><br />El entorno se hace irrespirable cuando las palabras que se buscan y encuentran remiten a otra cosa diferente de lo que los demás ven. De ahí la rebelión, ese recalcitrante no aceptar las reglas del juego. La sociedad, la historia, el acuciante “hacer algo” son prisiones de las que no se escapa con facilidad, porque están los carceleros, sí, pero también el impulso interior que pretende alguna seguridad, la posibilidad de un abrazo, de una comprensión, de algún tipo de ancla que nos permita descansar del vuelo, de la suspensión del saltimbanqui, de la atroz realidad de los sueños que parecen inundados de nieblas insalubres. Y sobre todo está el tiempo, con su inconfundible insistencia de que nada tiene sentido, de que no lleva a ninguna parte, de que las esperanzas y los deseos hay que sujetarlos con cadenas, arremeter contra ellos es necesario, y la poesía, claro, es una cosa muy distinta, tan ajena al tiempo que solo contempla dos posibilidades de recontarlo al margen de relojes y años: el instante y el siempre, entes inaprensibles, quizás inexistentes. Para Alejandra, para cualquiera, escribir el poema es una curación frente al tiempo, frente a la distancia con los otros, es restañar la herida, la escritura y el lenguaje como remedio último y doloroso frente a todo.<br /><br />Luego está el cuerpo y sus pretensiones traducidas en hambre, en sed, en deseo de otros cuerpos. No es por tanto una cuestión de una idealización excesiva, de un simple estar en las nubes, sino en un complejo e involuntario estar en otro lado, un lugar irreconocible y aún más grave, sintiéndote alguien que no se reconoce a si mismo. El poeta es siempre el extranjero, el “otro” al que es complicado dominar, hacer que se ponga en marcha, que acceda a trabajar en las cosas que los demás terminan sin esfuerzo, sin pensarlas, sin necesidad de traducir cada orden corriente, cada indicación del camino. Y no es una idealización porque como Nerval, como Tsvietaieva, como Plath, Alejandra no se conformaba con el privilegio de vivir en la poesía sino que además añoraba compartir la adecuada vida de los demás. Ella misma lo dijo en una entrevista, ella no quería hablar sobre el jardín, quería verlo, pero, reconocía, en la vida no tenemos lo que queremos. Tuvo que cargar con el feroz deseo de todo lo terrestre, de todo lo material que le es por una oscura ley negado, dejándola en una tierra de nadie que resulta inhabitable y de ahí quizás o no se sabe por qué, el suicidio.<br /><br />Este tipo de muerte me da coraje, lo entiendo, pero me da coraje, como le dio coraje a Cortazar en sus cartas, y uno parece querer unirse a aquella exhortación tan absurda que le pedía que viviera, que siguiera viviendo, que lo intentara al menos, que no pronunciara esa palabra demasiado grande, muerte, que en sus poemas parece más bien una palabra inocente. En cualquier caso, lo que no me parece es que su muerte sea una forma de delirio, algo que encerrándola en el Pirovano se solucionase, “¿por dónde empezar a curar?”, no, era otra cosa, qué otra cosa es lo más oscuro e inexplicable de Alejandra.<br /><br />El manejo de las palabras requiere una concentración a veces de una dureza insospechada, exige que la mente divague por su mundo de una forma autónoma, ajena a los objetos que nombra y a los lugares que habita, alejada de la simpleza de unas ciudades que nosotros nombramos como destinos turísticos, como realidades históricas, como lugares en un mapa. Buenos Aires, París, Nueva York y su West Village “con rastros de muchachas estranguladas”, fueron para Alejandra lugares inexistentes, de ahí que viera como algo ajeno las convulsiones que la rodearon, de ahí que los cuartos en donde vivia permanecieran desordenados, con ese tipo de desorden que delata al poeta, la cama permanentemente deshecha, los libros acumulados en los rincones, los platos sin lavar y el polvo acumulándose y no importa, como no importa el mayo del 68, como no importa la guerra del Vietnam, ni las torres ni los gritos, y esto no es una indiferencia cualquiera, es que no se puede hacer otra cosa, si te dices que no sirves para nada, que no eres de este mundo, como Ossip Mendelstam, que no eres contemporaneo de nadie, simplemente estás diciendo que no puedes aunque quieras y eso no es una excusa.<br /><br />Afortunademente siempre hay alguna persona en esas ciudades con las que encontrarse, mejor si es con un Cortazar, con un Paz, con un Porchia, también poetas, gente que entiende, dispuesta a compartir las noches carentes de sueño, pero que sin embargo no significan más que una pausa lánguida en su certeza, la certeza de una soledad buscada, anhelada, de una soledad hecha de silencio que tranquiliza, porque lo que no puede es vivir en su casa de Montevideo o de Avellaneda, acompañada por su familia, y entonces resulta evidente que es extraño verla irse a Paris, a las ciudades más pobladas para encontrarse sola, y es que el poeta está siempre abandonado y lo demás son máscaras, desde luego no tienen sentido ni la fama ni los premios, que son como el amor correspondido de alguien a quien no esperas. Hablando de Paz diré que algunos de los poemas de Alejandra siempre me parecieron una especie de haiku, esa revelación fugaz en escasas palabras que define la mirada y el tiempo de forma precisa, el haiku como la forma poética más cercana a la soledad, al silencio de la simple contemplación de las cosas.<br /><br />Entiendo también que el silencio y, por tanto, la poesía, es una forma de la libertad, una forma de desentenderse de tanto discurso forzado, de tanta mentira afirmada como absolutos, de tanto mediocre sofisma del que depende el buen funcionamiento de la estructura social, “todo lo cotidiano es mucho y feo”, y sí, el silencio de Alejandra, como su poesía, se convierte en un ejercicio de libertad irresponsable, como bien sabían los surrealistas, como sabía Cortázar, tan semejante a ella en ocasiones de su escritura, en su afición por damas sangrientas, una amistad linda la de Julio...cuentan que le dió el manuscrito de Rayuela en Paris para que Alejandra lo pasara a máquina y así sacar un poco de dinero, Cortazar dándole el tesoro sin lástima pero queriendo ayudar, ella aceptándo pero luego perdiendo el manuscrito, y es que ella era poeta, no secretaria y para que más explicación, además luego lo encontró... afortunadamente para todos.<br /><br />Lo que no son máscaras son los temas de sus poemas, las sombras, los jardines, el bosque, la noche y la lluvia, que al fin y al cabo son los temas generales de la poesía, como son los temas generales de la infancia, pero que en Pizarnik se desgranan con una insistencia diferente, como si sus versos no reconociesen otra realidad que la suya y la que se filtraba a través de sus ojos. Luego están también los libros de otros, donde cabe la extraña posibilidad de contactar con alguien, a través de las palabras leídas parece que renace esa posibilidad del encuentro con otro, la escritura como enlace, la palabra que de repente encuentra un eco, un oído que nos brinda la posibilidad, durante un segundo, de suponer que no estamos absolutamente aislados y esto sólo lo consigue la palabra, la música, el amor, ese tipo de engendros tan perseguidos, tan rechazados, tan maltratados, sospechosos siempre de un crimen que no han cometido.<br /><br /><br />Alejandra al parecer leía mucho y bien, anotaba lo que le interesaba, volvía a ello, retenía una frase, un adjetivo, lo retomaba y lo reescribía, porque escribir siempre es reescribir, vemos los objetos que tenemos delante a través del espejo de las palabras de otros, la rosa es y será la de Burns, aunque no hayamos leido a Burns, y la de mil que como él la nombraron y la identificaron con infinitas formas. Cuando la vemos en un jardín la rosa ya tiene todas esas definiciones añadidas y no nos queda nada más que elegir los matices del sonido, las preferencias del tacto y del recuerdo, las comparaciones con las que intentamos precisar una nueva definición, las cualidades que indican qué es lo que vimos cuando miramos la rosa y escribimos sobre ella y entonces ocurre el milagro que encontremos lo que decía Muñoz Rojas en el poema del inicio, la “sal oculta”, el resorte definitivo que convierte el poema en una especie de milagro reservado a gente como Alejandra, que llega y dice aquello de que la “rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos” y consigue esa especie de milagro que consiste en entender qué es una rebelión, qué una rosa, qué el acto atroz del que mira para ver y asiente ante la esencia de las cosas, convertidas en palabras, en humildes palabras de dos sílabas.<br /><br />En fin, he de confesar que escribir todo esto sobre Alejandra, de la que tanto se ha hablado ya, me dio un pudor bastante insidioso. Siempre me queda la idea de que no tenemos derecho a buscar causas, de arrimarme a teorías, de intentar explicar un poema, que es una actividad que debería estar quizás prohibida pero que no podemos dejar de perpetrar. Con Alejandra cuesta más, porque sus poemas la definen, porque la fragilidad de su figura parece romperse si te acercas demasiado, si pretendes reducirla de alguna forma. Y es que ella fue otra de esas palabras inexpresables, contradicción viviente, alejandra es sólo un nombre, debajo está ella, esperando.<br /><br /><em>“¡Pudiera ser tan feliz esta noche!</em></span></span><i><br /><span style="color: black;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><em>si sólo me fuera dado palpar</em><br /><em>las sombras, oír pasos,</em><br /><em>decir “buenas noches” a cualquiera</em><br /><em>que pasease a su perro,</em><br /><em>miraría la luna, dijera su</em><br /><em>extraña lactescencia tropezaría</em><br /><em>con piedras al azar, como se hace.”</em><br /><br /><em>Noche</em><br /><em>De la última inocencia (1956)</em></span></span></i><o:p></o:p></span></div>
Mario Gómezhttp://www.blogger.com/profile/10065977693828315033noreply@blogger.com0