Estrujar la luna con los ojos, ahogar los ruidos que
asolan el magma del odio, durmiendo, sin percibir los golpes que percuten en la
caja del sueño, mientras él va y viene, no se sabe haciendo qué, ahí estás, si
grito. Mientras busco el río blanco que es la vida, que calma al tigre de sable
y al oso de la caverna, el fuego de una risa que es vida inviolada de alegres
gritos, auténtica reserva de fuerza renovada por el llanto y la exigencia de
eones, insertos en una mirada nueva y profundamente única, como si cada explosión
silenciosa en que creo un universo sirviera para solicitar una caricia,
enmendando los errores encadenados por una serie de absurdas limitaciones,
mientras yo me muevo tu caes un tus periódicos letargos y no lo admito, porque
el tiempo aun no me consiguió detener los gritos candentes y porque no puede
ser que tú permanezcas más rato del que necesitas pensando estupideces mientras
yo reclamo el mundo, sin posesión ni retribuciones, el mundo entero con sus
pequeños recovecos en los que habitan las hormigas y los misterios que alcanzan
el fondo de los bolsillos, arriesgando la posibilidad de que el miedo aparezca
de vez en cuando, al fin y al cabo soy pequeña y apenas he nacido todavía, pero
tu ahí me vas a dar la razón, ahí sí, de que esto no lo va a detener nadie, que
mi hambre no lo van a calmar con sucedáneos de cariño ni con recompensas de
medio pelo acuñadas en dígitos miserables, y si en cambio recorrerán mis manos
la tierra, la madera, el cristal que se sumerge al margen de la hilera de
muertos que entierran sus negros ríos de esclavos, más allá de toda esa amargura
estrafalaria que llena la panza de los ciegos, y conmigo vendrás, si es necesario
a rastras, hasta el final de la playa donde las ballenas no quedan varadas,
hasta el profundo centro del bosque oscuro donde solo la tranquilidad y el aire
puro de transparencia alcanza a recomponer el día tras los sueños que emergen
de los troncos de los árboles como líquenes hermosos y humildes, unidos así
como la tierra al árbol y al barro, a la hierba gratuita y al sol que lo
ilumina todo con luz clara y serena y no con falsas imágenes que deslizan
mentiras a una media de cien por segundo. Cansado estarás, pero no de esperar al cambio, no estarás
cansado de caminar y estar despierto, permanentemente despierto, leyendo el
infinito libro del mundo que se cumple en mis dedos y en el relativamente largo
pestañeo con el que abarco la luz que me rodea.
Photo; Vivien Maier