En los libros de letra apretada, aprovechando los espacios
entre letras y líneas, aparecen, si desenfocas la vista, dibujos ocultos. Sin
embargo, si intentas identificarlos, saber qué son esas imágenes (que deben corresponder,
sin duda, a alguna simbología oscura), la página solo te devuelve las palabras
impresas. Ayer entreví un rostro.
Rothko, nº 14
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