lunes, 19 de octubre de 2020

Susto reciente


 

Hace cuatro horas que el gran abejorro negro se puso a perseguirla, como siempre, no por ningún tipo de aversión ni nada parecido, solo porque el abejorro negro quería estar con ella a pesar de que, es evidente, no es ningún tipo de flor ni contiene polen, sino tan solo palabras que eleva al viento, eso sí, como si fueran un gran diente de león desliándose.

 

El abejorro la persiguió susurrando palabras y aliteraciones con ese; ella, desesperada y feliz, por fin se refugió en casa. El abejorro, sin embargo, fue rápido y llegó a tiempo para que la puerta se cerrara tras él. Zumbaba con eco. Minutos más tarde podrían haber llegado las visitas de gente pobre, o una carta con o sin remite. En cambio, poco después, llegó un regalo mohicano, chispa y halcón. El abejorro huyó o se escondió en algún armario, para practicar nuevas danzas o melancólicamente recordando algún panal. Mientras, el regalo duerme, con los puños cerrados, esperando que las puntuales luces traspasen la persiana.

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