domingo, 17 de octubre de 2021

Moira (1)


 

Estrujar la luna con los ojos, ahogar los ruidos que asolan el magma del odio, durmiendo, sin percibir los golpes que percuten en la caja del sueño, mientras él va y viene, no se sabe haciendo qué, ahí estás, si grito. Mientras busco el río blanco que es la vida, que calma al tigre de sable y al oso de la caverna, el fuego de una risa que es vida inviolada de alegres gritos, auténtica reserva de fuerza renovada por el llanto y la exigencia de eones, insertos en una mirada nueva y profundamente única, como si cada explosión silenciosa en que creo un universo sirviera para solicitar una caricia, enmendando los errores encadenados por una serie de absurdas limitaciones, mientras yo me muevo tu caes un tus periódicos letargos y no lo admito, porque el tiempo aun no me consiguió detener los gritos candentes y porque no puede ser que tú permanezcas más rato del que necesitas pensando estupideces mientras yo reclamo el mundo, sin posesión ni retribuciones, el mundo entero con sus pequeños recovecos en los que habitan las hormigas y los misterios que alcanzan el fondo de los bolsillos, arriesgando la posibilidad de que el miedo aparezca de vez en cuando, al fin y al cabo soy pequeña y apenas he nacido todavía, pero tu ahí me vas a dar la razón, ahí sí, de que esto no lo va a detener nadie, que mi hambre no lo van a calmar con sucedáneos de cariño ni con recompensas de medio pelo acuñadas en dígitos miserables, y si en cambio recorrerán mis manos la tierra, la madera, el cristal que se sumerge al margen de la hilera de muertos que entierran sus negros ríos de esclavos, más allá de toda esa amargura estrafalaria que llena la panza de los ciegos, y conmigo vendrás, si es necesario a rastras, hasta el final de la playa donde las ballenas no quedan varadas, hasta el profundo centro del bosque oscuro donde solo la tranquilidad y el aire puro de transparencia alcanza a recomponer el día tras los sueños que emergen de los troncos de los árboles como líquenes hermosos y humildes, unidos así como la tierra al árbol y al barro, a la hierba gratuita y al sol que lo ilumina todo con luz clara y serena y no con falsas imágenes que deslizan mentiras a una media de cien por segundo. Cansado estarás, pero no de esperar al cambio, no estarás cansado de caminar y estar despierto, permanentemente despierto, leyendo el infinito libro del mundo que se cumple en mis dedos y en el relativamente largo pestañeo con el que abarco la luz que me rodea.  


Photo; Vivien Maier

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